
Las algas cultivadas en sistemas Multitróficos Integrados de Acuicultura (IMTA) han demostrado mejorar la calidad del agua al absorber nitrógeno y fósforo presentes en los efluentes de peces, reutilizando significativamente los nutrientes empleados en la actividad acuícola. En sistemas terrestres, el porcentaje de eliminación de amonio puede oscilar entre el 40% y el 100%, según la especie y las condiciones de cultivo. En sistemas marinos abiertos, se han alcanzado tasas de reutilización de hasta el 60% para algunos nutrientes.
Además de su capacidad depuradora, las algas contribuyen a la mitigación de la acidificación oceánica mediante la fotosíntesis, y a la mejora de la oxigenación del agua, creando refugios para especies sensibles a la hipoxia. También actúan como barreras naturales contra floraciones de algas nocivas, reduciendo la acumulación de toxinas en moluscos bivalvos y prolongando la supervivencia de peces expuestos a microalgas tóxicas.
En términos nutricionales, se ha comprobado que las algas producidas en IMTA presentan mejoras en el contenido de pigmentos, proteínas y ácidos grasos, lo que las hace más atractivas como alimento para organismos cultivados. Por ejemplo, Ulva lactuca ha mostrado mejorar la calcificación en erizos de mar y ser aceptada como complemento en dietas de tilapia del Nilo sin comprometer su crecimiento.
Obstáculos técnicos, económicos y ecológicos
Pese a estos beneficios, los expertos alertan sobre las dificultades que enfrenta la integración efectiva de algas en sistemas IMTA. La selección de especies adecuadas depende de numerosos factores —temperatura, salinidad, nutrientes disponibles— y no todas las algas responden igual a las condiciones del entorno. A esto se suman riesgos ecológicos como la posible proliferación de especies invasoras o la contribución involuntaria a mareas verdes o pardas.
Aunque se han establecido métodos básicos de cultivo de algas, los sistemas de cultivo siguen siendo relativamente simples y tradicionales. Los investigadores advierten también que la eficiencia de la IMTA en mar abierto está limitada por factores como la disponibilidad de espacio en zonas costeras y la falta de estandarización de las infraestructuras.
También se destaca la escasa rentabilidad del cultivo de algas en comparación con peces o moluscos, lo que puede comprometer la viabilidad económica de los sistemas IMTA sin incentivos específicos o mejoras tecnológicas. Además, las algas pueden acumular metales pesados y antibióticos presentes en el entorno, lo que plantea riesgos para el consumo humano y la calidad del producto final.
En definitiva, aunque el cultivo de algas en sistemas IMTA representa una herramienta ecológica valiosa, su integración requiere evaluaciones más profundas tanto de su rendimiento ecológico como de su viabilidad económica. Por eso, advierten los expertos, las proyecciones demasiado optimistas, combinadas con una evaluación de riesgos insuficiente, pueden conducir a éxitos a corto plazo seguidos de fracasos a largo plazo.
Para avanzar hacia una acuicultura verdaderamente sostenible, será fundamental continuar investigando, mejorar las técnicas de cultivo y contar con políticas que reconozcan el valor ecológico de las algas. Solo así podrá consolidarse la IMTA como un modelo resiliente en el contexto de la economía azul.