
El ejercicio, especialmente a velocidades de nado óptimas específicas para cada especie, ayuda a regular la respuesta al estrés, favorece la plasticidad cerebral y fomenta la cohesión social en los peces de cultivo. De manera similar, exponer a los peces a situaciones estresantes predecibles —como la manipulación rutinaria acompañada de señales de luz o sonido— puede reducir la ansiedad al permitirles anticipar la perturbación, fomentando así un comportamiento más adaptativo y resiliente.
Estas son las conclusiones principales de una nueva revisión publicada en Reviews in Aquaculture, que presenta un sólido argumento a favor de incorporar estrategias para desarrollar la resiliencia en las prácticas acuícolas. El estudio, liderado por Olivia Spiliopoulos de la Universidad de Queensland, con la colaboración de la Universidad Macquarie y la CSIRO, evalúa dos enfoques clave: el ejercicio físico y la previsibilidad del estrés.
El concepto de resiliencia, ampliamente estudiado en la psicología humana, cobra cada vez más relevancia en acuicultura. Se refiere a la capacidad de un animal para adaptarse, recuperarse y prosperar frente al estrés. “En lugar de centrarnos únicamente en la ausencia de experiencias negativas, debemos considerar si los peces tienen la capacidad de superar activamente la adversidad”, señalan los autores.
La revisión destaca tres mecanismos fundamentales en el desarrollo de la resiliencia: la gestión del estrés, la flexibilidad cognitiva y la adaptabilidad conductual. El nado moderado y sostenido activa estos sistemas, reduciendo los niveles de cortisol y mejorando el aprendizaje y la memoria. La exposición a estrés predecible —si se gestiona cuidadosamente— puede ayudar a los peces a desarrollar estrategias de afrontamiento proactivas, mejorando su capacidad para enfrentarse y recuperarse de los desafíos.
Las pruebas citadas proceden de estudios con salmón del Atlántico, lubina europea y trucha arcoíris, entre otras especies. Los resultados sugieren que los peces sometidos a regímenes de nado estructurados y estímulos previsibles muestran un mayor crecimiento, respuestas inmunitarias más robustas y un comportamiento más estable, lo que se traduce en beneficios concretos en bienestar y rendimiento.
Estas estrategias son especialmente adecuadas para sistemas acuícolas de recirculación en tierra (RAS), donde pueden ajustarse con precisión los caudales, la iluminación y las señales ambientales. Los protocolos de ejercicio pueden integrarse mediante corrientes de agua controladas, mientras que las rutinas de manejo previsibles pueden combinarse con señales visuales o auditivas para reducir el estrés y facilitar la cooperación durante las tareas de cría.
Más allá de la mejora del bienestar animal, los autores sostienen que el enriquecimiento basado en la resiliencia puede reducir los costes operativos y ofrecer ventajas económicas. Una mejor regulación del estrés puede disminuir el riesgo de enfermedades, mejorar la eficiencia alimentaria y alinear la producción con las crecientes expectativas de los consumidores respecto al marisco cultivado de forma ética.