
La sustancia que utilizan los mejillones para adherirse a las rocas y aguantar el oleaje y las corrientes podría tener aplicaciones de gran interés en biomedicina. De ahí la importancia de su estudio para el desarrollo de adhesivos de la próxima generación.
Un trabajo publicado por la revista Science, a cargo de Tobias Priemel y sus colegas en el Laboratorio de Harrington, permite avanzar en la comprensión sobre los mecanismos por los que los mejillones azules (Mytilus edulis) fabrican fibras del biso combinando iones de hierro y vanadio para formar un complejo metal-proteína de alta capacidad adhesiva.
Saber el cómo y el cuando se incorporan los metales son la clave para en un futuro poder fabricar estos pegamentos que funcionan bajo el agua a base de metalopolímeros.
Según lo observado, los mejillones son capaces de acumular, por una parte, y a nivel intracelular, iones de hierro y vanadio; y por otra, proteínas líquidas almacenadas en vesículas. Durante la formación del adhesivo, ambas partes se mezclan dentro de una red similar a un microfluido de canales interconectados donde se fusionan, formando los enlaces proteína-metal dentro del biso. En cuestión de pocos minutos esta mezcla se endurece bajo el agua dando lugar al pegamento.
En todo este proceso parece clave la participación del vanadio, y la capacidad de los mejillones para almacenar este metal sin intoxicarse.
Saber reunir los ingredientes adecuados, en las proporciones adecuadas y en las condiciones adecuadas es lo que falta para poder fabricar este biomaterial de forma que se pueda aplicar en la mejora de la salud.