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La industria del salmón Atlántico en el sur de Chile ha tenido un efecto transformador que va mucho más allá de las granjas que pueden verse en el paisaje. Regiones como Los Lagos, Aysén y Magallanes han sido testigos de una transformación socioeconómica que no solo sirve para alimentar al mundo con proteína de alta calidad, también de cómo regiones marginadas del progreso han visto surgir oportunidades económicas que reconfiguran su futuro.
Lo que comenzó como un experimento de colaboración público-privada impulsado por Fundación Chile y agencias como CORFO en la década de los años setenta del siglo pasado, hoy posiciona a Chile como el segundo mayor productor mundial de salmón, con más de 1,07 millones de toneladas producidas en 2022. Pero el impacto no se mide solo en toneladas. La verdadera historia está en cómo esta industria ha cambiado vidas y las ha acercado a la igualdad en estas regiones.
Los habitantes de Los Lagos, Aysén y Magallanes han ido viendo que, a medida que la producción crecía, el empleo directo en actividades como la crianza de smolts, el cultivo en granjas flotantes y el procesamiento en plantas alcanzó más de 39.000 puestos de trabajo en 2018. A esto se suman otros 32.000 empleos indirectos anuales en sectores como el transporte, la fabricación de alimentos acuícolas y los servicios logísticos.
La estabilidad de estas oportunidades revirtió patrones migratorios. Los Lagos, una región que hasta la década de 1980 perdía población a un ritmo de 8,1 personas por cada mil habitantes, comenzó a registrar tasas positivas a partir de 2002. Hoy, miles de personas se trasladan a estas zonas en busca de trabajo, creando comunidades más dinámicas y sostenibles.
Así se refleja en un reciente estudio de investigadores de la Universidad de Florida en Estados Unidos, publicado en la revista científica Reviews in Aquaculture. Según describen los autores de este trabajo, uno de los logros más notables de la industria ha sido la reducción de la pobreza. En Los Lagos, la tasa de pobreza cayó del 28,7% en 2006 al 7% en 2020, gracias al acceso a empleos mejor remunerados y al impulso económico en las comunidades locales.
Estudios indican que las localidades cercanas a las granjas de salmón experimentaron una disminución de seis puntos porcentuales en la pobreza, un efecto directo de la presencia de esta actividad.
Además, la industria ha demostrado ser un baluarte contra la desigualdad de ingresos. Con un coeficiente de Gini de 0,27, la distribución salarial dentro del sector es más equitativa que el promedio nacional (0,49). En este contexto, los salarios en el sector del salmón no solo superan al salario mínimo, sino que también han crecido más rápidamente que otros sectores económicos.
En las plantas de procesamiento, el rostro de la fuerza laboral ha cambiado. Para 2008, el 60% de los trabajadores en este sector eran mujeres, desafiando normas culturales y rompiendo barreras de género en comunidades rurales. Este fenómeno ha sido particularmente evidente en lugares como Ancud, donde la participación femenina en la fuerza laboral casi se duplicó, pasando del 26,6% en 1996 al 48% en 2009. Más allá del empleo, este cambio ha generado una transformación en los roles familiares y sociales, promoviendo una mayor equidad.
La educación y la especialización han venido de la mano del crecimiento económico. Universidades como la Austral y el INTESAL han adaptado sus currículos para formar a profesionales y técnicos especializados en acuicultura, cimentando el futuro de la industria. En paralelo, la población ha visto mejoras en sus niveles educativos: entre 1982 y 2017, la escolaridad promedio en Los Lagos aumentó en más de tres años, una clara señal de desarrollo impulsado por el sector.
Sin embargo, el rápido crecimiento de la industria no ha estado exento de desafíos. Crisis como el brote del virus ISA entre 2007 y 2010, que redujo la producción en un 80%, y las floraciones de algas nocivas de 2016, que afectaron un 20% de la producción, han puesto en evidencia la vulnerabilidad del sector frente a las amenazas ambientales. Estas crisis no solo impactaron la economía local, sino que también subrayaron la necesidad de un enfoque más sostenible para proteger los ecosistemas de los que depende la industria.
Hoy, mientras el cambio climático amenaza con alterar las condiciones ambientales críticas para la producción de salmón, la industria enfrenta un llamado urgente a fortalecer sus capacidades de adaptación y diversificar las economías regionales. Si bien los beneficios socioeconómicos son claros, la sostenibilidad ambiental es clave para garantizar que estos logros puedan mantenerse en el futuro.
Referencia:
Adams Ceballos-Concha, Frank Asche, Roberto Cárdenas-Retamal. Salmon aquaculture in Chile: Production growth and socioeconomic impacts. Reviews in Aquaculture, Volume 17, issue 1