
En la acuicultura, el pienso se ha entendido tradicionalmente como nutrición: una forma de cubrir las necesidades energéticas y proteicas de los peces de cultivo. Pero los avances en epigenética están transformando esa visión. Hoy, los científicos sostienen que el pienso ya no es solo combustible, sino también una herramienta de programación capaz de reconfigurar cómo crecen los peces, cómo metabolizan los nutrientes y cómo resisten el estrés.
Las implicaciones para el sector son profundas: crecimiento más rápido, menores costes de alimentación, stocks más sanos y un modelo de producción alineado con los objetivos de sostenibilidad.
La epigenética se refiere a cambios moleculares que regulan la actividad de los genes sin alterar la secuencia de ADN en sí. Estos cambios, a menudo desencadenados por la dieta, el estrés o las condiciones ambientales, pueden ajustar la eficiencia con la que un pez absorbe nutrientes, crece o se defiende frente a enfermedades.
Lo crucial es que algunos de estos cambios son hereditarios, lo que significa que los beneficios de la dieta de una generación pueden transmitirse a la siguiente. Para los acuicultores, esto transforma el pienso de un insumo a corto plazo en una inversión a largo plazo en productividad.
Las dietas específicas para cada etapa están en el centro de este nuevo paradigma. Alimentar a larvas o juveniles con dietas ricas en proteínas o enriquecidas en omega-3 puede “programar” su metabolismo, garantizando una mejor conversión del alimento más adelante en su vida. Investigaciones en tilapia y trucha arcoíris han demostrado claras mejoras en las tasas de crecimiento mediante estas intervenciones nutricionales.
Los aditivos funcionales, como probióticos, prebióticos y compuestos de origen vegetal, también desempeñan un papel. Por ejemplo, se ha demostrado que los probióticos modifican genes relacionados con la inmunidad en la tilapia del Nilo, mejorando tanto la salud como la eficiencia del alimento.
El acondicionamiento de reproductores va un paso más allá: cuando los ejemplares destinados a la cría reciben dietas específicas antes de la puesta, su descendencia hereda marcas epigenéticas que la predisponen a crecer más rápido y a aprovechar mejor el pienso. Esto significa que la siguiente generación ya parte con una ventaja competitiva.
El estrés es uno de los mayores costes ocultos en la acuicultura. Los peces expuestos al hacinamiento, a la mala calidad del agua o a fluctuaciones de temperatura suelen malgastar energía que podría destinarse al crecimiento. La investigación epigenética muestra que dietas a medida, enriquecidas con antioxidantes y ácidos grasos, pueden regular los genes de respuesta al estrés, manteniendo a los peces en una trayectoria productiva incluso en condiciones adversas.
El resultado es un crecimiento más predecible y menores pérdidas, ambos aspectos vitales para la rentabilidad de las explotaciones.
Los programas de selección genética comienzan a integrar marcadores epigenéticos junto a los genéticos. Identificar patrones de metilación asociados al crecimiento o a la eficiencia del alimento podría acelerar el desarrollo de líneas que aprovechen al máximo cada pellet.
Combinado con estrategias de alimentación inteligentes, este enfoque apunta hacia un modelo de acuicultura de precisión, en el que el pienso no solo alimenta, sino que también desbloquea el potencial genético.
Para los acuicultores, el mensaje es claro: el pienso ya no es solo nutrición, es una herramienta de programación. Al colaborar estrechamente con fabricantes de pienso e investigadores, las granjas pueden integrar dietas específicas por etapas, aditivos funcionales y acondicionamiento de reproductores en sus estrategias de manejo.
¿El resultado? Crecimiento más rápido, menores índices de conversión alimenticia, peces más sanos y un sector más sostenible, preparado para afrontar los retos de la demanda global.