
Aunque no estamos ni de cerca a la altura de alcanzar en la próxima década la Acuicultura 4.0 (o quizá sí), es importante hablar de ello. Ha llegado el momento en el que se empiece a transformar el actual modelo tradicional analógico en otro más inteligente y digital. Las tecnologías emergentes modernas como el Big Data, el Internet de las Cosas (IoT), sensores, visión artificial y robots participarán gradualmente en mayor medida en nuestras vidas y, por tanto, deben formar parte también del proceso de producción acuícola. Hay que liberar a las personas de la esclavitud de las tareas rutinarias, y en ocasiones, con riesgo para la integridad física.
La granja acuícola más inteligente imaginable será aquella operada por máquinas que, de forma independiente, tomarán decisiones de gestión a través de la nube. Un concepto de instalación acuícola que ya se empieza a conocer como "granjas desatendidas".
Todo muy futurista a lo que, sin embargo, no hay que tener miedo. Antes de que ese día llegue, lo primero que va a hacer la tecnología de la información es generar nuevos puestos de trabajo. Lo único, que ese trabajo requerirá de mano de obra experta, no fuerza de trabajo física, con capacidad para operar las granjas desde una sala de control. Esa incorporación de tecnología robotizada, irá sustituyendo a la mano de obra de cualificación media y baja.
Es lógico esperar también que con la evolución de la tecnología, y cuando se alcance un grado de madurez suficiente, los operarios ya no deban estar 24 horas en la instalación. El sistema será capaz de reconocer las variables, tomar decisiones y operar de manera autónoma. Eso no implica que las personas desaparezcan, pero si que solo será necesario un pequeño equipo humano para la toma de decisiones.
Antes, deben superarse no pocos detalles técnicos como, por ejemplo, la creación sensores capaces de medir todos los parámetros que son importantes en una granja; crear nuevos robots que ejecuten las operaciones que ahora desempeñan humanos; y los algoritmos que van a medir todas las señales e interpretarlas.
Esto implica sensores lo suficientemente robustos y de vida útil larga para que no fallen, y que, además, sean capaces de evitar las bioincrustaciones, o que sean autolimpiables. Otro problema está relacionado con la tecnología de transmisión de datos y la inestabilidad de la transmisión de la red actuales en. el medio acuático. Nuevos materiales, integración humano-computadora y retroalimentación háptica (táctil), son otros desafíos a los que se deberán enfrentar los ingenieros.
Las imágenes de vídeo actuales para identificar el comportamiento de los peces o detectar enfermedades solo están desarrolladas para trabajar en entornos de laboratorio o ideales, que pocas veces coinciden con la mayoría de las granjas del mundo. Además, estos sistemas todavía tienen poca precisión y deben evolucionar tecnológicamente.
Las herramientas de aprendizaje automático profundo también están poco desarrolladas, y justo éstas forman parte del núcleo duro de la Inteligencia Artificial aplicada. Por tanto, faltan cámaras y sensores que generen grandes conjuntos de datos para obtener algoritmos robustos y precisos que permitan el entrenamiento, verificación y prueba de modelos. Todo eso llegará pero aún falta.
Por último, el desarrollo de una granja acuícola inteligente deberá contar con el apoyo gubernamental. El gobierno debe apoyar y potenciar la tecnología de la información avanzada, controlar que el funcionamiento y el aprendizaje en esta área sea compartido y que permitan mejorar los productos y la calidad ambiental de la acuicultura.
Queda mucho trabajo por desarrollar, sin embargo, algunos ya han empezado y ya existen granjas controladas por una sola persona durante la noche. Hay que seguir avanzando.