El mejillón perla de agua dulce, Margaritifera margaritifera, no solo es un molusco bivalvo en peligro de extinción en muchas partes de su área de distribución en la península Ibérica. Es un indicador de salud de los ecosistemas de los ríos y un símbolo de la salud y funcionalidad ecosistémica.
Este mejillón actúa como filtrador eficiente que limpia grandes volúmenes de agua y mejora la calidad del agua. Con su actividad es capaz de regular la dinámica de los nutrientes beneficiando a otras especies del entorno.
En el plano ambiental es de vital importancia ya que su centenaria vida, al tratarse de un molusco bivalvo capaz de superar los 100 años de edad, permite monitorizar largos periodos de salud en los sistemas fluviales a través de su presencia y abundancia.
Mejorar la presencia de Margaritifera margaritifera implica restaurar los hábitats de esta especie, lo que significa contribuir a través de acciones coordinadas a mejorar la calidad del agua, la recuperación de los sistemas fluviales y la protección de las cuencas hidrográficas. En definitiva, el esfuerzo que se realiza en la recuperación de estos moluscos no solo les beneficia a ellos, también al resto de especies que viven en su mismo ecosistema.
Uno de los principales inconvenientes que se encuentran los científicos a la hora de actuar en la recuperación de este bivalvo es que las actuales poblaciones de Margaritifera, están compuestos de individuos envejecidos, con una escasez de juveniles y adultos jóvenes. Esto indica una falta de reclutamiento exitoso.
Y no solo eso, durante su ciclo vital, los mejillones perla transitan por una etapa parasitaria en la que sus larvas, llamadas gloquidios, deben adherirse a las branquias de los peces, específicamente truchas y salmones, para desarrollarse. Esta relación compleja refleja la importancia de los salmónidos para contribuir a la biodiversidad de los ríos y la intrincada interconexión entre especies del ecosistema acuático.
La disminución de truchas y salmones por sobrepesca, pérdida de hábitat y contaminación están, por tanto, limitando la capacidad del mejillón para dispersarse.
Además, del valor ecológico, este molusco bivalvo posee un alto valor científico y cultural. Históricamente, las perlas producidas por estos mejillones fueron altamente valoradas. Además, estudiando su biología se aprende sobre los efectos del cambio climático y la actividad humana en los ecosistemas acuáticos.
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