
Mundial 12/01/2018 – El año que dejamos atrás ha sido el de la confirmación de que sin unos mínimos de Omega 3 (EPA y DHA) difícilmente podremos tener peces y mariscos como el salmón, la trucha, o los peces marinos del Mediterráneo que crezcan sanos y nutritivos. Ya no solo por un tema de maximizar la producción, sino algo que es aún más importante, cada vez existe más conciencia de que el consumo de pescado y marisco es fundamental para la dieta, lo que nos obligará a ser capaces de proporcionar a los consumidores niveles aceptables de estos ácidos grasos tan deseados.
También sabemos que con los niveles de crecimiento de la producción acuícola alimentada de peces y crustáeos, difícilmente seremos capaces de proveernos totalmente a través de fuentes extractivas en el medio plazo. Esto nos obligará seguir buscando formas de producir alternativas a costes mas ajustados.
Como fuentes marinas convencionales se están posicionando cada vez mas las microalgas, el krill y los subproductos pesqueros. También hay quien considera que todavía hay margen para obtener lípidos de las harinas a través del desengrasado de éstas. Además de haber una buena cantidad, son fosfolípidos que proporcionan mayor biodisponibilidad.
En este punto es importante señalar que aunque las microalgas son una rica fuente de ácidos grasos EPA y DHA, en el caso de las fototróficas aun se genera un importante desafío por sus elevados costes de producción y procesado.
Sin embargo, las especies heterotrófica como Schizochytrium spp. - producida en reactores - si parece ser una alternativa mas cercana para ser incorporada a la dieta. Como salvedad esta microalga solo es rica en DHA, como puso de manifiesto un importante estudio presentado a este respecto en la Conferencia Europea de Acuicultura de Dubrovnik.
El krill por su parte provee de importantes ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga EPA y DHA con gran biodisponibilidad al encontrarse como fosfolípidos. No obstante, sus costes no permiten que éstos sean incorporados en dietas de engorde de peces y su producción se destina prácticamente a dietas de destete larvario y a consumo humano directo. Además cuenta con el inconveniente de que se trata de un recurso de origen extractivo por lo que soluciona el problema parcialmente.
Como tercera vía nos encontramos con los subproductos pesqueros y su mejor aprovechamiento a través de la mejora de la eficiencia de la economía circular. Una circunstancia en la que se viene trabajando mucho en los últimos años y que ya representa el 30 por ciento del origen de la harina y aceite de pescado que se usa en alimentación animal.
La otra opción iría de la mano de los Organismos Modificados Genéticamente (OGM). Nos encontramos en un momento donde se plantea la posibilidad de transformar plantas para que sean productoras de Omega 3 o modificar microalgas para que produzcan mayor cantidad de lípidos EPA y DHA.
En el primer caso, los trabajos más avanzados se han producido con Camelina sativa la cual ya ha sido probada ya en salmones. Y en el caso de las microalgas ya hay una patente de DSM para producir Schizochytrium spp con mayores contenidos de EPA, la cual fue presentada recientemente.