
Durante el último medio siglo, Galicia ha sido la capital del mejillón en Europa, con sus estuarios ricos en nutrientes produciendo algunos de los mejores ejemplares de Mytilus galloprovincialis. Sin embargo, en los últimos años, la región española ha enfrentado un desafío inesperado: Chile, que ha emergido rápidamente como una potencia global en la acuicultura del mejillón. Con los cambios en el clima, las presiones económicas y la evolución de los hábitos de consumo, la lucha por el dominio del mercado del mejillón se está intensificando.
Mientras que las bateas de mejillón de Galicia han abastecido tradicionalmente los mercados europeos, Chile ha surgido como un competidor formidable, especialmente en el sector del mejillón congelado y procesado. En las últimas dos décadas, la producción de chorito (Mytilus chilensis) en Chile ha pasado de 24.000 toneladas en 2000 a más de 428.000 toneladas en 2022, lo que supone un incremento del 1.683%. Este ascenso ha convertido a Chile en el segundo mayor productor de mejillones del mundo, superando a España en volumen de exportación. Actualmente, más del 90% de los mejillones chilenos se exportan, con un 47% destinado al mercado europeo, compitiendo directamente con Galicia.
Chile cuenta con una ventaja clave: costes de producción más bajos, ya que el cultivo de mejillón a gran escala es significativamente más barato que en Europa. El coste medio de producción en Galicia ronda los 1,18 € por kilogramo, mientras que en Chile puede ser tan bajo como 0,69 € por kilogramo. Además, el sector acuícola chileno ha recibido subvenciones gubernamentales e incentivos a la inversión, lo que ha impulsado su rápido crecimiento. Asimismo, los productores chilenos han dirigido agresivamente su oferta hacia los mercados asiáticos y norteamericanos, asegurando contratos con grandes distribuidores y cadenas de restaurantes, mientras que Galicia sigue dependiendo en gran medida del mercado europeo, donde se consume el 85% de sus exportaciones.
En contraste, la industria del mejillón en Galicia se encuentra en una encrucijada. Aunque en el pasado fue una fuerza dominante en la acuicultura global, ahora enfrenta una tormenta perfecta de desafíos. El aumento de las temperaturas del mar y los cambios en los patrones de afloramiento están alterando el delicado ecosistema marino, lo que provoca mayores tasas de mortalidad y una reducción de la producción de mejillón. En 2023, la producción gallega de mejillón cayó a 175.000 toneladas, muy por debajo del promedio del siglo, de 212.000 toneladas anuales. La contaminación y la presencia de especies invasoras representan una amenaza creciente para la sostenibilidad de la industria y su futuro económico.
A esto se suma una fuerza laboral envejecida que agrava la incertidumbre sobre el futuro del sector, con la edad media de los productores de mejillón por encima de los 55 años, y menos del 15% de los nuevos trabajadores menores de 35 años.
Las presiones del mercado añaden otra capa de dificultad. Aunque los mejillones gallegos son reconocidos por su calidad, luchan por competir con los mejillones chilenos, más baratos y producidos en masa, especialmente en los mercados de productos procesados y congelados. Mientras que los mejillones frescos gallegos pueden alcanzar hasta 3,45 € por kilogramo en mercados Premium, los mejillones chilenos congelados se venden por tan solo 1,48 € por kilogramo, lo que los convierte en una opción más atractiva para los compradores industriales.
Calidad vs. Cantidad: La batalla de Galicia por la supremacía en el mercado del mejillón

A pesar de estos obstáculos, Galicia sigue teniendo una ventaja clave: su reputación de calidad. Los mejillones gallegos son ampliamente considerados superiores en sabor, textura y valor nutricional, lo que les permite posicionarse como un producto de alta gama en el mercado global. A diferencia de los mejillones chilenos, que en su mayoría se congelan y procesan para el consumo masivo, los mejillones gallegos se perciben como un producto gourmet.
Para contrarrestar la creciente supremacía de Chile, los productores gallegos están apostando por la diferenciación del producto, destacando su certificación de Denominación de Origen, sus credenciales de sostenibilidad y sus técnicas de cultivo tradicionales. También hay un esfuerzo por promover los beneficios para la salud del mejillón, resaltando su riqueza en ácidos grasos Omega-3, compuestos bioactivos y proteínas. Paralelamente, se están realizando esfuerzos para expandirse más allá de Europa, con un creciente interés en Asia y Norteamérica, donde la demanda de productos del mar sostenibles está en aumento.
La lucha por el dominio en el mercado del mejillón está lejos de terminar. Aunque Chile ha tomado la delantera en términos de volumen y competitividad de precios, la fortaleza de Galicia en el segmento Premium sigue siendo un activo importante. La gran incógnita es si los productores gallegos serán capaces de adaptarse con la rapidez suficiente a las demandas del mercado y a los retos ambientales. El futuro de esta competencia global dependerá probablemente de quién innove más rápido, ya sea a través de medidas de sostenibilidad mejoradas, entrada en mercados emergentes, o la adopción de técnicas avanzadas de acuicultura. Si Galicia logra evolucionar más allá de su modelo tradicional y adoptar una visión más progresista, podría recuperar su posición como líder indiscutible en la acuicultura del mejillón.