
Un estudio de investigadores del IFAPA Agua del Pino y de la Universidad de Huelva identifican una proteína del riñón que sirve para determinar los niveles de estrés de los peces de acuicultura. El hallazgo abre una vía de investigación para desarrollar nuevas herramientas no invasivas que permitan determinar el bienestar de los peces.
Los resultados de este estudio han sido publicados en la revista científica Aquaculture y viene a informar, por primera vez, de la determinación de concentraciones de cromogranina A (CgA) en tejidos de corvina (Argyrosomus regius) y como marcador de estrés. Como señalan los autores de la investigación, solo había dos trabajos previos que han estudiado las concentraciones de péptidos derivados de la cromogranina en los corazones de los peces, a través de preparaciones in vivo, señalando su papel como moduladores cardiacos.
Tanto las respuestas agudas como las crónicas, señalan los investigadores, condujeron a una disminución de la cromogranina en los tejidos, “especialmente en el riñón”. Los valores en plasma, por el contrario, no se detectaron “debido a la sensibilidad del método ELISA” utilizado.
Marcelino Herrera, investigador del IFAPA Aguas del Pino ha indicado a la Fundación Descubre que “se ha comprobado que las concentraciones de esta proteína en vertebrados superiores como perros y gatos son más altas, por lo que más difícil detectar en peces”. Sin embargo, añade, “hemos identificado altas dosis de la misma en los riñones de estos animales tras periodos de estrés y cuáles son sus efectos en el organismo”.
Las técnicas habituales para medir el estrés son invasivas, es decir, requieren de una manipulación de los peces que implican la punción del pez e incluso su sacrificio para obtener datos rigurosos sobre su estado de salud. Entre los marcadores más habituales están el cortisol y la adrenalina, también los niveles de glucosa y los desórdenes metabólicos.
Los científicos analizaron la evolución y el incremento de los niveles de la proteína en la sangre y los tejidos del riñón y el cerebro. Para ello, emplearon técnicas químicas y analíticas cuyos resultados introdujeron en un software matemático que realizó comparaciones entre los datos de los especímenes criados en condiciones de estrés y normales.
"De este modo, comprobamos que lo que sabemos de los efectos de la cromogranina A en vertebrados superiores como los perros es aplicable a los peces", ha añadido Marcelino Herrera.
El siguiente paso de los investigadores es desarrollar métodos para analizar la presencia de esta proteína en las escamas, el mucus de la piel y las heces del pez.
El objetivo es evitar el daño y las punciones a los ejemplares, garantizar el bienestar animal y simplificar las técnicas habituales para ahorrar tiempo y recursos económicos a los acuicultores.
Este trabajo ha sido financiado por el Programa Emergia de la Consejería de Universidad, Investigación e Innovación de la Junta de Andalucía y el Fondo Social Europeo a través de las 'Ayudas para contratos predoctorales para la formación de doctores 2017' de la Agencia Estatal de Investigación.