
Cádiz 13/07/2020 – Una proteína recombinante extraída de la microalga marina Nannochloropsis Gaditana ha mostrado actividad inhibidora tumoral en ensayos preclínicos y podría ser una firme candidata para su uso en el tratamiento del cáncer.
El hallazgo ha sido realizado por investigadores del departamento de Microbiología de la Universidad de Cádiz (UCA), que dirige el profesor Francisco Javier Fernández Acero en el marco de un trabajo de colaboración entre Endesa, Neoalgae y el centro tecnológico AINIA.
Aunque descifrar el potencial de esta proteína está todavía en una fase muy incipiente de desarrollo, ya que ha sido evaluada en una fase preclínica con células en laboratorio, se trata de un primer y esperanzador paso que podría permitir, en el futuro, y después de décadas de ensayos clínicos, el desarrollo de una composición farmacéutica que podría ser administrada a pacientes con tumores sólidos para bloquear la proliferación de la célula cancerígenas incluso en presencia de estímulos inflamatorios.
Los investigadores han constatado que el uso de la proteína UCA01 recombinante sumerge a las células tumorales en un periodo de inactividad mitótica (es decir, paraliza su multiplicación o proliferación), lo que impide el crecimiento tumoral, además de prevenir su aparición.
De hecho, en los ensayos preclínicos con células se ha visto que previene la aparición tumoral debido a tres factores: su capacidad antioxidante, el aumento de la actividad de la proteína P53 y la protección de la degradación de las mitocondrias.
Como señalan desde la Universidad, la proteína “previene la aparición tumoral debido a su capacidad antioxidante, el aumento de la actividad de la proteína P53 y la protección de la degradación de las mitocondrias”.
Se demuestra, por tanto, por primera vez, que esta proteína, además de reducir el crecimiento celular tumoral, lo hace sin afectar el crecimiento de las células no tumorales demostrando su especificidad. “Hemos alcanzando inhibiciones del 30 por ciento a concentraciones mínimas de UCA01. Esta inhibición es además directamente proporcional a la concentración de UCA01 ensayada en adenocarcinoma de colon, de modo que, conforme se incrementaba la concentración de la proteína, mayor era la inhibición del crecimiento tumoral. Además, mostró la misma eficacia frente a carcinoma hepático, sin un aparente efecto sobre las células no tumorales”, como explican desde la Universidad de Cádiz.
Aunque todavía queda un largo camino de años y ensayos clínicos hasta que esta proteína puede ser administrada en pacientes oncológicos, desde la Universidad señalan que “proporciona una nueva herramienta para luchar contra el cáncer, cuya fuente de obtención es una microalga”.
El grupo de investigación está buscando nuevas aplicaciones de estos microorganismos. “Esta proteína es solo la primera de una lista de más de 400 proteínas determinadas por el grupo con una potencial aplicación en el mundo agroalimentario y biotecnológico”.
Los resultados obtenidos por este equipo científico han sido el núcleo de la tesis doctoral de Rafael Carrasco Reinado, defendida en la UCA el pasado diciembre, y han dado lugar a la solicitud de una patente para la protección de este hallazgo en el territorio español. Se pretende extender para su explotación en otros países europeos, ya que hay empresas farmacéuticas de Francia y Alemania que han mostrado interés en el desarrollo de este posible tratamiento antitumoral.
El largo proceso hasta que un prometedor hallazgo se convierte en fármaco
Los estudios con células de cultivo son el primer paso hasta que un elemento, casi siempre un péptido puede convertirse en firme candidato a fármaco. Son los llamados ensayos preclínicos, una fase en la que se buscan evidencia de que se trata de una sustancia con potencia antitumoral.
Durante esta fase es muy importante el rigor científico y técnico para que el “potencial” agente antitumoral llegue hasta un paciente oncológico.
Los estudios preclínicos, además, nos ayudan a identificar qué tipos de tumores pueden ser más susceptibles que otros al efecto de una sustancia, es lo que se denomina especificidad. Además, permiten aproximar la toxicidad de la sustancia, posibles dosis y cómo reacciona el sistema inmune.
Comprobar la citotoxicidad de una sustancia es la primera evidencia del potencial de la proteína. En esta etapa los investigadores deben también tener una idea molecular o bioquímica de cómo inhibe el tumor, para establecer el uso más racional de la sustancia y sus posibles efectos adversos.
A partir del momento que una sustancia es catalogada como firme candidata a seguir los ensayos, es cuando comienzan las distintas fases clínicas, un proceso que en el caso de los tratamientos del cáncer pueden llegar a convertirse en 20 o 30 años.