
Los pescados de nuestras costas, provengan de la pesca o de la acuicultura, son importantes en una dieta saludable por ser fuente natural de nutrientes esenciales. De todos estos nutrientes, destacan por su especial importancia cardiosaludable el Omega-3, ya que son grasas que interactúan en las células de nuestro organismo cumpliendo con la función de comunicación entre ellas.
Así lo puso de manifiesto el cardiólogo Guillermo Aldama López, médico del hospital de A Coruña y miembro de la Sociedad Española de Cardiología durante su participación en las jornadas de FEDEPESCA, “El pescado. Fuente de salud cardiovascular”.
En su intervención, Guillermo Aldama explicó cómo el pescado contiene además de proteínas, lo que podríamos llamar como “grasas premium”, que hacen que las células tengan los mejores componentes para desarrollar sus funciones.
El Omega-3 del pescado, por ejemplo, permite un mejor desarrollo cognitivo en niños y adolescentes, o incluso, el consumo de pescado se asocia a una menor tendencia a la depresión ya que el sistema nervioso depende mucho del tipo de grasa que aportemos a nuestro organismo.
Otro de los puntos fuertes de una dieta basada en la ingesta de pescado y marisco está en el sistema cardiovascular. Esto, señaló Aldama, está avalado por múltiples estudios, algunos de los cuales afirman que aumentar nuestro consumo de pescado a la semana nos lleva a reducir la hipertensión y reducir el riesgo de aparición de infarto agudo, trombosis cerebral, nuevos eventos cardiovasculares si ya se ha sufrido previamente alguno e incluso reducir el riesgo de muerte súbita, ya que aquellas personas que consumen al menos 2 raciones de pescado a la semana tienen un riesgo de un 70% menor de morir por esta causa.
La larga lista de beneficios del consumo de pescado no acaba aquí, como explicó el médico, sino que nos ayuda a que el inmune y otras partes de nuestro cuerpo como la piel o las articulaciones estén en buen estado, y por tanto, haya un menor riesgo de lesiones o una menor susceptibilidad a agentes externos que pueden producir envejecimiento.