
Expertos afirman que alcanzar el enfoque de Una Sola Salud (One Health) mediante una “transformación azul” global requerirá una acción coordinada en los ámbitos ambiental, animal y humano. Subrayan que proteger y mejorar la calidad del agua en ríos, mares y océanos es esencial, ya que el agua debe considerarse un medio para la producción de alimentos y no un canal para la eliminación de residuos.
El sector de la acuicultura, señalan, también debe prepararse para los efectos del cambio climático, que representa un riesgo particular para los animales acuáticos de sangre fría, haciéndolos más vulnerables a brotes de enfermedades. Salvaguardar la salud animal es igualmente crítico, siendo necesarias sólidas medidas de bioseguridad para reducir la dependencia de los tratamientos antimicrobianos y evitar la propagación de resistencias que podrían poner en peligro tanto a las personas como a los ecosistemas.
Un estudio reciente publicado en Frontiers in Aquaculture por investigadores del Centre for Environment, Fisheries and Aquaculture Science (Cefas), la Universidad de Exeter y la Universidad de East Anglia identifica las oportunidades y los retos de esta transición. Los autores explican que, aunque la acuicultura ya proporciona más de la mitad de todos los alimentos acuáticos consumidos a nivel mundial, su expansión debe guiarse por prácticas sostenibles que generen beneficios para la sociedad, la naturaleza y el medio ambiente.
El artículo destaca que aumentar la producción acuícola podría desempeñar un papel decisivo en la mejora de la nutrición global, especialmente en los países de ingresos bajos y medios, donde las carencias de nutrientes esenciales están muy extendidas. Al hacer los alimentos acuáticos más asequibles y accesibles, la acuicultura podría prevenir millones de casos de inseguridad alimentaria y nutricional de aquí a 2030. Además, en comparación con la ganadería terrestre, las especies acuáticas suelen tener una huella ambiental menor, ya que requieren menos tierra y agua dulce y generan menos emisiones de gases de efecto invernadero.
Al mismo tiempo, los autores insisten en que el sector no puede ignorar los riesgos potenciales. El cambio climático, la mala salud animal y el uso indebido de antimicrobianos siguen siendo barreras significativas para un crecimiento sostenible. Superar estos desafíos, argumentan, exigirá políticas integradas que conecten la salud humana, la protección ambiental y el bienestar animal, rompiendo los compartimentos estancos institucionales que tradicionalmente han separado estos ámbitos.
En última instancia, el estudio concluye que una verdadera transformación azul sostenible —que contribuya a la agenda global de Una Sola Salud— solo será posible si gobiernos, industria y sociedad trabajan juntos para alinear los objetivos de seguridad alimentaria con la protección de los ecosistemas y la biodiversidad.