Aunque la producción ecológica de moluscos ha crecido de forma constante, el sector de peces ecológicos sigue representando solo una contribución marginal al volumen total. Esto se debe en gran medida a una combinación de limitaciones estructurales y a “barreras técnicas, económicas y regulatorias entrelazadas”, según un nuevo estudio encargado por la Federación de Productores Europeos de Acuicultura (FEAP).
El informe, elaborado en colaboración con Fondazione COISPA ETS y la Universidad Aristóteles de Tesalónica, advierte de que estas limitaciones continúan socavando el desarrollo y la viabilidad a largo plazo de la acuicultura ecológica de peces en Europa.
Entre todas las explotaciones encuestadas, la alimentación aparece como el factor más restrictivo. Los productores señalan de forma reiterada que el “coste del pienso ecológico certificado” es muy elevado y reduce la rentabilidad. El informe subraya además la “limitada disponibilidad de ingredientes certificados adecuados”, especialmente para nuevas especies y primeras fases de vida, así como el reducido número de fabricantes que operan bajo la normativa ecológica actual.
Estas restricciones afectan de manera significativa a las especies carnívoras, dependientes de proteínas de origen marino. Los fabricantes de piensos confirman que obtener materias primas certificadas y de alta calidad sigue siendo un “serio desafío” debido al escaso suministro global y a la competencia con otros sectores.
La disponibilidad de juveniles se identifica como el segundo gran cuello de botella. Para las especies mediterráneas, el estudio señala “dificultades para obtener juveniles certificados en cantidades suficientes o en el momento adecuado para el alevinaje”, con algunos criaderos abandonando por completo la producción ecológica. Varias granjas afirman haberse visto obligadas a criar sus propios reproductores o arriesgarse a paralizar su actividad ecológica.
En el caso del corvina (meagre), la situación es aún más crítica: “actualmente no hay juveniles ecológicos disponibles comercialmente”, lo que obliga a los productores a depender de la producción interna o de derogaciones sucesivas por parte de los certificadores.
Pese a los mayores costes de producción, muchos productores no logran obtener los diferenciales de precio necesarios. El informe describe una “débil demanda de mercado y barreras de distribución” en países como España y Hungría, y señala que varias explotaciones han abandonado la producción ecológica por este motivo.
Incluso en mercados donde la demanda es más sólida, el conocimiento del consumidor sigue siendo bajo, y la existencia de etiquetas alternativas —como ASC— genera confusión. Algunos productores informaron de que venden entre el 30% y el 40% de su producción ecológica como convencional debido a la insuficiente demanda.
En el caso de la carpa, el informe señala que los consumidores perciben poco valor añadido en la certificación ecológica, ya que la producción convencional se considera de por sí respetuosa con el medio ambiente. Como consecuencia, la carpa ecológica se consideró “no económicamente viable” y la certificación cesó en 2024.
El estudio también pone de manifiesto obstáculos regulatorios, especialmente para el salmón atlántico. Un productor irlandés mantiene solicitudes de licencia pendientes desde hace más de una década y denuncia “inconsistencias/variabilidad en la interpretación” de la normativa entre certificadores y autoridades nacionales, sobre todo en sistemas mixtos ecológicos–convencionales.
Los productores mediterráneos, por su parte, señalan la falta de experiencia de algunos organismos certificadores, que a menudo aplican criterios de ganadería terrestre a sistemas acuícolas. Varias granjas han paralizado inversiones previstas debido a interpretaciones contradictorias sobre la obligación de separar la producción ecológica y la convencional.
El informe advierte de que, sin reglas más claras y flexibles, la innovación podría verse frenada, afirmando que “la rigidez actual del marco ecológico corre el riesgo de acabar con el sector antes de que pueda desarrollarse”.
Los problemas sanitarios recibieron un nivel intermedio de preocupación. La mayoría de productores considera manejables las restricciones ecológicas al uso de tratamientos alopáticos y coherentes con los principios de la producción ecológica. No obstante, se prevé que el cambio climático aumente la presión de enfermedades, y la ausencia de piensos medicados ecológicos se percibe como una vulnerabilidad importante.
Los productores de trucha arcoíris también destacaron problemas de bienestar vinculados a la obligatoriedad de mantener reproductores machos y hembras, con los machos mostrando mayor susceptibilidad a la saprolegniosis.
Un gran fabricante europeo de piensos entrevistado en el estudio indicó que el pienso ecológico representa ahora solo el 14% de su producción —frente a un tercio en años anteriores— debido principalmente a la caída de la demanda. La empresa subrayó que el factor limitante es la disponibilidad de ingredientes, no la capacidad de fabricación, especialmente ante la ausencia de proteínas vegetales concentradas y la prohibición de aminoácidos sintéticos.
Como resultado, las dietas ecológicas dependen más de ingredientes marinos, cada vez más caros y escasos. Algunos aceites vegetales aptos para la acuicultura, como el de colza, también son difíciles de obtener debido a la competencia del sector alimentario.

