La bacteria más grande del mundo se puede ver a simple vista. Se llama Thiomargarita magnifica y llega a medir entre 1 y 2 centímetros. Es una especie de bacteria quimiótrofa oxidante del azufre filamentosa que fue descubierta por el biólogo francés Olivier Gros en las hojas desprendidas de los manglares rojos del archipiélago de Guadalupe en las Antillas Menores.
En comparación al resto de bacterias tiene un tamaño descomunal que para hacernos una idea es como si una persona midiera como el Everest.
Se considera bacteria porque cumple con la definición de “micro” organismo unicelular sin núcleo diferenciado. La bacteria más grande hasta su descubrimiento era Thiomargarita namibiensis, si bien esta no llega a superar los 750 milímetros.
Ahora, un equipo de investigadores franco-estadounidense han secuenciado el genoma de T. magnifica y lo han publicado en la revista Science.
Además de su tamaño ha llamado la atención de los investigadores su distribución inédita de ADN, que desafía aún más los conceptos tradicionales de las células bacterianas.
Lo habitual, como señalan en SINC, es que una célula bacteriana tenga su ADN flotando libremente en el citoplasma. Sin embargo, en T. magnifica se encuentra en compartimentos llamados pepins unidos a la membrana, una innovación característica de células más complejas.
Estos orgánulos, que también incorporan ribosomas, son metabólicamente activos, según los análisis de los autores, y la actividad se produce en toda la longitud de la célula bacteriana, en lugar de solo en su extremo de crecimiento.
“Sabemos que los pepins almacenan el código genético de la célula. El ADN se lee y se traduce en proteínas en su interior, y parece que también participan en la producción de energía para la célula, pero estamos lejos de comprender todo el alcance de sus funciones bioquímicas”, comenta Volland a SINC, “y tampoco sabemos cómo se forman y si desempeñan o no un papel en el tamaño gigante de la célula”.
De hecho, el estatus actual de la bacteria más grande del mundo es de Candidatus (Ca.) Thiomargarita magnifica. El primer término se utiliza cuando una especie o género está bien caracterizado, pero aún no se ha logrado cultivar.
Por su parte, Volland añade otros retos que quedan por delante: “Ahora tenemos muchas más preguntas que al principio del proyecto. Desconocemos cómo se mantiene la estructura celular general de esta bacteria. Sabemos que se alimenta de azufre y que es quimiosintética, lo que significa que es capaz de utilizar el dióxido de carbono para producir biomoléculas complejas, pero no conocemos su función ecológica, y tampoco dónde se pueden encontrar más o lo abundante que es en la naturaleza”.
Otra de las cuestiones clave es explicar por qué las células de Thiomargarita magnifica son tan grandes. “Ha evolucionado hacia el gigantismo, lo que significa que ser gigante le ha dado una ventaja selectiva, pero no sabemos cuál y todavía no tenemos datos para responder a esta pregunta”, reconoce el investigador.
“Sin embargo –apunta– existen algunas hipótesis en la comunidad científica para explicar por qué otras bacterias grandes se han hecho tan grandes. Una es que convertirse en un gigante puede ser una forma de escapar del depredador y, de hecho, si te haces cientos de veces más grande que él, ya no tienes que preocuparte de que te coma. Otra hipótesis es que convertirse en una larga célula filamentosa puede ser ventajoso para aprovechar mejor la energía química que está disponible en el entorno de las grandes bacterias del azufre”.
En cualquier caso, los autores sospechan que la compleja organización de su membrana probablemente es la que ha permitido a esta bacteria adquirir su tamaño récord, sorteando las limitaciones biofísicas y bioenergéticas típicas asociadas a este tipo de microorganismos.