
El sector primario está más que preocupado por el escenario que se está presentando con el incremento de los costes de producción derivado de la subida de las materias primas de los pienso y las energías (luz, agua, gasóleo).
Unos costes que, como suele suceder en los eslabones bajos de la cadena de valor, no puede trasladarse fácilmente al resto. En el caso ganadero, la industria de transformación, debido a que éstos tampoco tienen fácil trasladar sus costes, que también han aumentado, a la distribución minorista, reacia a perder competitividad respecto a la competencia y, en definitiva, a perder clientes.
A esto se añade la ineficacia de la Ley de la Cadena Alimentaria que a efectos prácticos no sirve para productos perecederos para abordar el problema del traslado de los costes de producción en el sector primario al resto de agentes de la cadena de valor del producto.
Detrás de toda esta escalada de precios, como ya se comentó en un anterior artículo que publicamos aquí está la especulación a la que se ven sometidas las materias primas y la especulación de los brokers y fondos de inversión comprando a futuro soja, maíz, trigo y todo lo que se les ponga por delante.
También están las cuestiones geopolíticas. China y Estados Unidos con una economía en recuperación tiran de la demanda de estos insumos, de la energía y los transportes marítimos.
La misma crisis golpea al sector primario, también hay diferencias entre sectores. El ganadero con sus propias particularidades y el acuícola con las suyas.
Por ejemplo, la acuicultura tiene limitado el uso de Organismos Modificados Genéticamente (OGM) mientras que la ganadería terrester no. Esto ocurre por una imposición de las grandes cadenas de supermercados que tienen una vara doble de medir para ganarse a un consumidor con escasa cultura científica y muchos prejuicios.
Por otro lado está la entrada en vigor de la prohibición de uso de la ethoxiquina en la Unión Europea, un conservante que durante décadas se ha venido utilizando para conservar la harina de pescado. Esta medida ha cercenado la posibilidad de importar el 75% de la harina de pescado de fuera de Europa; y finalmente, la reciente autorización de la UE de uso de proteínas animales transformadas terrestres en la alimentación de pollos y cerdos que, por su tamaño, son mercados más competitivos.

La parte positiva, todo hace indicar que se la evidente recuperación económica gracias a los buenos resultados de la vacunación en Europa está reactivando el turismo y, con ella, del canal HORECA que, para determinadas especies y formatos, es el principal cliente de los productos acuícolas.
El HORECA, aunque mermado por el año y medio de restricciones, suele ser el salvavidas de especies como el lenguado y el rodaballo, y también de doradas y lubinas de formatos de más de 1kg. Otro factor a favor es que con poco que se reactive este sector es capaz de absorber los volúmenes de producción de estas especies. En este sentido cabe recordar el último informe de Stolt Sea Farm de julio de este año en el que fiaba un buen verano gracias a la recuperación del turismo, como así ha sido.
Distinto panorama puede esperar el pescado de talla ración que, al igual que el sector cárnico, debe pasar el calvario de someterse a los distribuidores mayoristas y minoristas. Y que, además, deben competir no solo con las importaciones de Grecia o Turquía, sino con las especies sustitutas de terceros países.
A pesar de que los grandes fabricantes de alimentos trabajan con herramientas que les permiten adelantarse a lo que está sucediendo, vienen avisando desde hace más de un año de las subidas generalizadas de las materias primas y del riesgo real de desabastecimiento, según el escenario que se baraje.
Los expertos coinciden en que en el corto plazo el suministro parece estar garantizado. Es en el medio plazo es en el que hay que comenzar a trabajar.
Ante un posible estrangulamiento del sector, por subida del precio de los piensos más altos e imposibilidad por arriba de repercutirlos, hay que buscar la forma de coordinarse para no incurrir en errores del pasado. Venta a pérdidas del pescado como huida hacia delante. Esta es la solución a la que se le echa mano cuando no funciona la comunicación a nivel sectorial. Si todos hacen lo mismo, en el mismo plazo de tiempo, ya se sabe qué es lo que va a ocurrir: los precios van a seguir cayendo por exceso de oferta. Es lo que ha sucedido no hace tanto con la dorada y la lubina. Además, se siembra menos para reducir el impacto, y en dos años hay menos volumen de ventas y empresas con una economía de escala menor.
Son momentos inciertos en los que los expertos en inteligencia de mercados deben intervenir para aportar análisis descriptivos y predictivos precisos de la situación. También es vital seguir avanzando en la investigación de nuevas formulaciones con alternativas en la composición del alimento. No solo por la sostenibilidad, sino también por la diversificación del riesgo.
Hay que abrir este debate dentro del sector y trasladar la preocupación a los políticos.