Las microalgas se consideran un ingrediente de gran potencial para la alimentación animal gracias a su excelente perfil nutricional, su elevada productividad y sus notables beneficios medioambientales. Representan una alternativa sostenible a los ingredientes tradicionales de los piensos acuícolas, como la harina y el aceite de pescado, ya que aportan una fuente completa de proteínas que incluye todos los aminoácidos esenciales.
Además, son ricas en ácidos grasos poliinsaturados —entre ellos los apreciados Omega-3 EPA y DHA—, fundamentales para la salud, así como en una amplia gama de vitaminas, minerales y compuestos bioactivos que fortalecen el sistema inmunitario y contribuyen al bienestar de los animales.
Desde el punto de vista medioambiental, las microalgas ofrecen ventajas significativas frente a las alternativas vegetales terrestres. Actúan como sumideros de carbono al consumir CO₂, pueden cultivarse utilizando aguas residuales o salinas y no requieren tierras de cultivo, aliviando así la presión sobre los recursos globales limitados. Su rápida productividad también permite una producción de alto rendimiento en sistemas controlados.
A pesar de estos beneficios, el sector se enfrenta a dos grandes obstáculos. En primer lugar, los elevados costes de producción de las microalgas siguen siendo poco rentables en comparación con los precios actuales de la harina y el aceite de pescado, principalmente debido a la inversión en instalaciones y al coste de insumos necesarios como el CO₂.
En segundo lugar, muchas especies presentan paredes celulares rígidas que reducen considerablemente la digestibilidad de los nutrientes en los animales acuáticos, lo que puede provocar menores tasas de crecimiento en los peces si no se aplican métodos de pretratamiento costosos.
Para superar estas barreras, la investigación y el desarrollo se están orientando ahora hacia soluciones que aumenten la eficiencia y reduzcan los costes.
El futuro de las microalgas en la acuicultura dependerá de la adopción de tecnologías avanzadas, como la ingeniería genética para mejorar el rendimiento y la implementación de la inteligencia artificial (IA) y el Internet de las cosas (IoT) para optimizar el cultivo.
Además, el sector deberá desarrollar y escalar métodos de pretratamiento económicos —como el molido eficiente o la fermentación— que permitan romper esas rígidas paredes celulares y garantizar que el valor nutricional completo de la biomasa de microalgas esté disponible para los peces.
