El agua del Mediterráneo se está calentando a niveles antes no conocidos. Es importante monitorear y comprender los cambios en la temperatura del agua y cómo estos afectan a las especies cultivadas para poder seguir manteniendo a la población de la cuenca mediterránea alimentada.
La adaptación de prácticas de cultivo y el uso de tecnologías adecuadas pueden ayudar a mitigar los efectos adversos de las fluctuaciones de temperatura y mantener una producción sostenible y saludable de especies acuáticas en la región.
Como es bien sabido, la temperatura del agua influye en la tasa metabólica de los peces, lo que a su vez puede afectar su demanda energética y la utilización de los lípidos en su organismo. En general, a temperaturas más bajas se ralentiza el metabolismo que tiene como consecuencia una menor capacidad de utilizar y asimilar los lípidos de manera eficiente. Esto puede deberse a una disminución en la actividad enzimática y a cambios en la digestión y absorción de nutrientes.
Por otro lado, a temperaturas más altas, los peces pueden experimentar un aumento en su tasa metabólica y una mayor demanda energética para mantener sus funciones vitales. En estas condiciones, es posible que los peces necesiten una mayor cantidad de lípidos en su dieta para satisfacer sus requerimientos energéticos y compensar las pérdidas de energía debido al estrés térmico.
Además, la temperatura del agua puede afectar la composición de los lípidos en los piensos utilizados en la acuicultura. Algunos estudios han demostrado que la temperatura puede influir en la síntesis y el perfil de ácidos grasos en los peces, lo que a su vez puede afectar la composición de los lípidos en su tejido muscular y en otros órganos. Esto puede tener implicaciones en la calidad nutricional de los piensos utilizados en la acuicultura y en la salud y el rendimiento de los peces.
Comprender esta relación es importante para formular dietas adecuadas que satisfagan los requisitos nutricionales de los peces en diferentes condiciones térmicas y optimizar su salud y rendimiento en la acuicultura.
Aunque las necesidades de lípidos y su tipo dependen de la especie específica, la etapa de crecimiento y estado fisiológico, lo que invita a consultar las recomendaciones nutricionales de los expertos, por lo general deben adaptarse en los piensos a las condiciones del agua.
Cuando el agua de cultivo está por debajo de las condiciones ideales, lo recomendado es proporcionar un mayor contenido de ácidos grasos poliinsaturados, tipo omega-3 y omega-6. Estos ácidos grasos son esenciales para el funcionamiento adecuado de las membranas celulares, el desarrollo del sistema nervioso y la respuesta inmunológica de los peces.
Con el agua más fría del ideal térmico, estos ácidos grasos poliinsaturados ayudan a mejorar la resistencia al estrés térmico y reducir la susceptibilidad de los peces a las enfermedades.
Por el contrario, los ácidos grasos saturados como el ácido palmítico y el ácido esteárico, son menos deseables ya que los peces pueden tener dificultades para digerirlos y metabolizarlos con temperaturas bajas. Y, como cabe esperar, esto puede afectar negativamente su rendimiento y salud.
Cuando las condiciones de la temperatura del agua están por encima de las condiciones ideales, también se producen cambios en el metabolismo y las necesidades nutricionales. En condiciones de agua cálida puede ser beneficioso una mayor proporción de ácidos grasos monoinsaturados, como el ácido oleico. Estos ácidos grasos son menos susceptibles de oxidación y pueden proporcionar una fuente de energía más estable para los peces.
Aunque la proporción entre ácidos grasos omega-6 y omega-3 debe seguir la misma pauta, en el caso del agua cálida existe una mayor tolerancia a mayores concentraciones del primer ácido graso.
Nuevamente se debe tener especial cuidado con los ácidos grasos saturados y grasas estables dado que las temperaturas algas aceleran la oxidación de estos lípidos. En su lugar, se pueden utilizar fuentes de lípidos más estables, como los ácidos grasos de cadena media y los aceites más resistentes a la oxidación.
En condiciones de aguas cálidas, los distintos estudios realizados proponen emplear antioxidantes naturales para asegurar una protección como, por ejemplo, los tocoferoles (vitamina E) y carotenoides, para ayudar a mitigar el estrés oxidativo causado por el aumento de la temperatura.