De todas las especies domesticadas en piscicultura, los salmónidos son sin lugar a dudas los más cosmopolitas, y también, los más estudiados. La gran inversión en ciencia y tecnología de las últimas décadas ha permitido un cambio radical en los enfoques aplicados en los piensos y, también sirve de ejemplo a seguir por otras especies altamente competitivas, como la de la dorada y la lubina, o los peces planos como el rodaballo y el lenguado.
De todos los desarrollos tecnológicos aplicados al cultivo acuícola, uno de los más importantes por su repercusión en el coste final del producto es el realizado en la fabricación de piensos. Además del gran paso tecnológico que se dio con la adopción de la tecnología de la extrusión y que permitió incorporar ácidos grasos de gran calidad, cada día se prueban nuevas materias primas más sostenibles y sus consecuencias a medido y largo plazo.
Los salmónidos, y más específicamente el salmón Atlántico tiene especificaciones nutricionales muy particulares en lo que respecta al uso de aminoácidos, ácidos grasos, vitaminas, minerales y otros micronutrientes liposolubles e hidrosolubles típicos de peces carnívoros con altos requerimientos en proteínas.
Gracias a los intensos estudios que se han realizado hoy sabemos que las materias primas no son exclusivas, lo importante es incorporar los nutrientes que los peces necesitan, y estos, se pueden obtener de diversas fuentes y procesos que mejoran la digestibilidad.
Atendiendo a los datos que Grupo Mowi, el mayor grupo salmonero del mundo con operaciones en América, Europa y Oceanía, la forma en la que se ha reducido la dependencia de harinas y aceites de pescado usados en el pienso en las últimas cuatro décadas ha sido espectacular. En 1990 los piensos para salmón han pasado de tener un 65 por ciento y 24 por ciento respectivamente a los actuales de 2021 de 18 por ciento y 11 por ciento. Tan importante como la reducción ha sido el mayor empleo de harina y aceite de pescado de origen circular. En algunos casos de hasta el 45% del total.
Este esfuerzo se ve reflejado en el ratio Fish in Fish out (FiFo) del salmón que actualmente es de 0,68, que viene a decir que la salmonicultura es productora neta de proteína de pescado.
Todo ello, además, sin que se haya producido algún efecto negativo como menor rendimiento productivo, enfermedades, o calidad del pescado.
Por eso, el objetivo de sostenibilidad para los próximos años pasa por seguir trabajando en la reducción de la dependencia de fuentes finitas y, también, con un enfoque más ecosistémico, por reducir la huella de carbono de los ingredientes, por ejemplo, a través del mayor uso de recortes de pescado, de la inclusión de harina de insectos, microbios por fermentación.
Los alimentos estándar están diseñados para proporcionar el coste más bajo de producción a un rendimiento productivo razonable. Por otra parte, las dietas de optimización, se enfocan en obtener el mejor crecimiento y supervivencia a un coste razonable y asumible.
La decisión final sobre la estrategia a seguir queda, por tanto, en manos del productor. Cada granjero debe elegir, atendiendo a sus condiciones particulares y el momento del ciclo de producción cual es el mejor pienso a utilizar. También, qué tecnología de alimentación debe ser empleada para bajar todo lo posible la tasa de conversión alimenticia (FCR), es decir la que define la eficacia en el uso del pienso con el menor desperdicio del mismo.