Los nuevos hábitos de compra de los consumidores hacia productos pesqueros fileteados permiten a la industria transformadora la acumulación de los recortes y cabezas restantes en altas concentraciones, lo que facilita a su vez una mayor aplicabilidad de estos subproductos, favoreciendo la Economía Circular al reincorporarlos en la cadena alimentaria en forma de aceite de pescado de alta calidad, proteínas de sabor neutro, gelatinas y materiales ignífugos.
Sin embargo, se deben desarrollar tecnologías de aprovechamiento eficientes que permitan reducir los costes de producción y mejoren los procesos y el número de productos.
Uno de los proyectos que está buscando la mejor manera de reutilizar estos subproductos es el proyecto europeo H2020 DAFIA que busca optimizar la recolecta de residuos sólidos urbanos y desechos de pescado para aplicaciones de alto valor añadido. Según indican desde el proyecto, en Europa se generan en el ámbito doméstico hasta 1,3 millones de toneladas de residuos de pescado que acaban en los vertederos municipales.
Países como Dinamarca o Noruega donde se consume mucho filete de pescado de forma directa tienen optimizados los procesos de reutilización de subproductos. Sin embargo, la tecnología de procesado solo permite incluirlos como materia prima para la fabricación de piensos en acuicultura.
El objetivo de DAFIA, sin embargo, es más ambicioso. Según señalan al respecto expertos SINTEF, organismo participante en el proyecto, se busca que no se “desperdicie ni un gramo”. A través de una tecnología económica y fácil de aplicar se desarrollada en el marco de este proyecto, se consigue una excelente utilización de los subproductos. Además, señala al respecto la investigadora Rasa Slizyte, con la tecnología desarrollada se consiguen productos de mayor calidad.
La clave está en emplear un proceso de extraer los nutrientes a través de temperaturas más bajas. Después del fileteado, los restos son procesados separando el aceite de pescado del resto de la biomasa. Hasta ahora, el enfoque estándar es el de calentar la materia prima hasta los 90 grados centígrados, estas temperaturas afectan tanto al aceite como a las proteínas, lo que hace que estas últimas sean adecuadas sólo para alimentación animal.
Una vez es extraído el aceite de pescado a baja temperatura, el siguiente paso consiste en desodorizar la materia prima resultante, algo que se consigue a través de técnicas de lavado para eliminar los componentes de sabor no deseados. De esta forma, señalan los investigadores, se obtienen proteínas puras de sabor neutro. Estas proteínas tienen la misma intensidad de sabor que la de los guisantes.
El material resultante de separar el aceite por un lado y la proteína por otro puro de espina de pescado. Con este material la propuesta de los investigadores pasa por fabricar gelatina o retardadores de llama, un material ecológico que podría ser aplicado desde edificios, hasta automóviles y juguetes para niños.
Todos estos nuevos productos han sido probados a escala laboratorio. El siguiente paso será el escalado del sistema de producción para que pueda aplicarse a escala industrial.
El éxito de la tecnología permitirá su aplicación en la industria transformadora de productos de acuicultura y entre las embarcaciones industriales pesqueras que transforman a bordo el pescado.
Este proyecto cuenta con un patronato de 15 instituciones de 10 países, entre los que se encuentran Aimplas, Iris y Biopolis por parte de España.