MEDIO AMBIENTE

Peces cebra fluorescentes invaden las aguas continentales del Atlántico brasileño

Brasil 14/02/2022 | En los arroyos brasileños estos peces son invasores y no han encontrado depredadores naturales que mermen su población

Peces cebra fluorescentes

Las aguas continentales del sureste de Brasil están siendo invadidas por peces cebra (Danio rerio) de colores fluorescentes según muestran estudios de André Magalhães biólogo de la Universidad Federal de São João del-Rei. Estos peces son originarios del sudeste asiático y son criados en Brasil como mascotas.

Los peces transgénicos fueron diseñados a finales de la década de los noventa con fines de investigación. La fluorescencia le viene por la introducción de genes de medusas que dan tonalidades azul y verde, y de coral, que le da la tonalidad roja. Una década después, los acuarios comerciales vieron el potencial para ser introducidos como mascotas, y le dieron el nombre de Glofish, convirtiéndose en la primera especie animal modificada genéticamente disponible comercialmente.

Los autores del trabajo estiman que los peces cebra modificados genéticamente han escapado de centros de cría y se están reproduciendo en los arroyos del Bosque Atlántico brasileño. Los resultados de los estudios de Magalhães han sido recogidos en la prestigiosa revista Science que ha publicado un artículo al respecto explicando que la presencia de animales transgénicos en la naturaleza no es común. En el caso de estos peces fluorescentes, lo que preocupa es que puedan prosperar y amenazar la fauna local en uno de los lugares de mayor biodiversidad en el planeta.

La mayor preocupación para el ecologista Jean Vitule de la Universidad Federal de Paraná, Curitiba, quien no ha formado parte de la investigación, es que los genes que otorgan fluorescencia de los peces invasores puedan terminar introduciéndose en los peces nativos con efectos perjudiciales, tal vez haciéndolos más visibles para los depredadores.

La venta de estos peces transgénicos está prohibida en California y varios países, incluido Brasil. No obstante, su presencia en el medio silvestre se documentó primera vez en 2014 en la región de Tampa, en Florida. Más tarde, en 2015, el biólogo André Magalhães encontró los primeros peces transgénicos en la cuenca del río Paraíba.

A diferencia de Florida, donde existen depredadores naturales para el pez cebra, en Brasil no existen, y eso facilita la proliferación. Un estudio de Magalhães de 2017 constató la presencia de estos peces en todos los arroyos en los que centraron su investigación.

Los peces cebra se reproducen durante todo el año, con un pico durante la temporada de lluvias, tal como la especie nativa en Asia. Pero los peces transgénicos parecen alcanzar la madurez sexual antes, lo que les permite reproducirse más y propagarse más rápido. Los peces invasores encuentran en los arroyos brasileños una dieta diversificada de insectos, algas y zooplancton.

Ahora, añade Magalhães, “están en las primeras etapas de invasión con potencial para continuar”. En poco tiempo, dice, los peces podrían volverse lo suficientemente abundantes como para afectar directamente a las especies locales compitiendo por el alimento o aprovechándose de ellas.

A pesar de la prohibición de venta de peces en Brasil, las granjas locales siguen criándolos y las tiendas de todo el país los venden como mascotas. Es posible que pronto colonicen otras partes de Brasil. En 2020 se observaron individuos aislados de Glofish en estanques y arroyos en el sur y noreste de Brasil.

Quenton Tuckett, cuyo laboratorio está en la Universidad de Florida, considera que la detección brasileña “debería ser una llamada de atención” para los productores de peces y los administradores de recursos naturales. Sin embargo, no está especialmente preocupado por los impactos. Sospecha que los peces transgénicos se encontrarán con depredadores a medida que se muevan hacia cuerpos de agua más grandes. Y los colores brillantes de los animales los harán vulnerables.

Por ahora, los peces que brillan intensamente “podrían considerarse pequeñas malas hierbas que crecen en el concreto”, dice Tuckett. A Magalhães le gusta la metáfora, pero señala que incluso las malas hierbas pueden crecer y causar mucho daño.

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