
Desde hace unos años, laboratorios de medio mundo buscan están utilizando plantas como biofactorías de vacunas rápidas y de bajo coste mediante tecnologías agrícolas. Esta tecnología es sencilla de reproducir y, de seguir avanzando, se plantea como una alternativa agrícola para agilizar los plazos de producción.
A través de esta revolucionaria tecnología ya se han producido terapias contra la polio y amenazas inesperadas como el virus del Zika o el Ébola.
También es una tecnología que se puede aplicar en vacunas para peces. Para acercar esta tecnología a la acuicultura y acelerar la aparición de nuevas aplicaciones, un equipo de investigadores ha publicado en la revista Frontiers in Plant Sciences una revisión científica.
Actualmente existe 34 vacunas para peces comerciales como el salmón Atlántico, la trucha arcoíris, la lubina, la dorada, la tilapia, la seriola, el bagre o el pangasius de producción convencional, lo que se antoja insuficiente para poder cubrir la demanda urgente de terapias que eviten pérdidas económicas y reduzcan el uso de antibióticos.
Varias son las ventajas de las vacunas producidas en plantas. Son respetuosas con el medio ambiente pues utiliza energía solar gratuita y absorben CO2. Requiere de bajos requisitos energéticos y no producen emisiones de gases de efecto invernadero.
Las aplicaciones basadas en plantas permiten producir vacunas de administración oral, que no requieren biorreactores sofisticados, ni un procesamiento complejo posterior, convirtiéndose en un modo económico. Son sistemas seguros, con alta capacidad de biosíntesis, similar a los sistemas naturales.
Como contra, este tipo de plataformas presentan eficiencia incierta en las modificaciones, incluida la glicosilación, metilación, polimerización, cantidad y calidad de proteínas recombinantes y dosis de vacunas en los tejidos.
Además, existen muy pocas empresas que fabriquen vacunas a partir de plantas, y muchos menos para peces.
En la vanguardia de esta vía de estudio científico se sitúan las aplicaciones en microalgas. Chlamydomonas reinhardtii, Dunaliella salina, cianobacterias y otras especies ya han servido para expresar genes de antígenos en los cloroplastos para prevención y control de enfermedades infecciosas.
El uso de plantas va más allá de proveer de soluciones contra virus o bacterias, también pueden generar anticuerpos en nuevas terapias contra el cáncer y pueden servir como una fuente para reemplazar la producción de antigripales.
Referencia:
Hang Su, Igor A. Yakovlev, André van Eerde, Jianguo Su, Jihong Liu Clarke. Plant-produced vaccines: Future applications in aquaculture. Frontiers in Plant Science. https://doi.org/10.3389/fpls.2021.718775