ALGAS

Productores diseñan una hoja de ruta para impulsar el cultivo sostenible de algas en Europa

Noruega, 19/05/2025 | Un informe plantea siete pasos clave para lograr 8 millones de toneladas anuales en 2030

Cultivo de algas rojas en proyecto Access2Sea

Europa se ha propuesto multiplicar por 30 su producción actual de algas cultivadas y alcanzar los 8 millones de toneladas al año para 2030, generando un valor de mercado estimado en 9.000 millones de euros y hasta 85.000 empleos. Para lograrlo de forma sostenible, un equipo internacional de científicos ha elaborado una hoja de ruta específica que articula siete ejes estratégicos y plantea un enfoque integrador: económico, ambiental, social y de gobernanza.

El estudio, publicado en NPJ Ocean Sustainability, se basa en entrevistas a actores del sector en Noruega y Portugal, y en un taller celebrado en Nord University (Noruega), que reunió a expertos del norte y sur de Europa. El objetivo: construir un modelo viable que permita pasar de la etapa experimental actual a una industria económicamente estable.

Mientras Asia lidera la producción global con más del 99% del total, Europa apenas representó el 3,8% de las 287.000 toneladas cosechadas en 2019. En Noruega, donde se encuentra la mayor concentración de empresas (44 en total), la producción sigue centrada en la recolección silvestre, con entre 150.000 y 200.000 toneladas anuales de Laminaria hyperborea y Ascophyllum nodosum. En 2023, el cultivo comercial apenas alcanzó las 600 toneladas.

Portugal, por su parte, cuenta con 16 empresas activas y una mayor diversificación de especies adaptadas a climas templados, como Porphyra, Fucus spiralis, Laminaria ochroleuca, Ulva o Gelidium. La empresa AlgaPlus es uno de los referentes del país.

Los principales desafíos señalados por los productores incluyen los altos costes. En Noruega, el precio de venta por kilo de biomasa fresca ronda las 25 coronas noruegas (2,2 euros), lo que lo sitúa por encima del umbral de rentabilidad estimado en 1 €/kg.

Las especies cultivadas no son las que cubren la demanda. Por ejemplo, se cultivan especies como Alaria esculenta o Saccharina latissima, mientras la demanda se centra en Palmaria palmata o Undaria pinnatifida.

Muchos países aplican normas pensadas para la acuicultura de peces, lo que genera ineficiencias para el sector de las algas.

A diferencia de Asia, donde existen programas de selección, Europa depende en gran medida de stocks silvestres.

El estudio advierte de posibles impactos ambientales si la expansión no se gestiona adecuadamente. Casos como el de Sanggou Bay (China), donde la acumulación de materia orgánica generó zonas hipóxicas, muestran los riesgos de la intensificación sin límites. También se señalan problemas por reducción de luz en el fondo marino, propagación de enfermedades y pérdida de biodiversidad por monocultivos extensivos.

“Debemos saber lo que hacemos antes de escalar la producción. Queremos evitar errores como los cometidos en otros modelos de producción a gran escala”, advirtió uno de los productores entrevistados en Noruega.

Siete pasos hacia una industria sostenible

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Para garantizar que el crecimiento del cultivo de algas en Europa no repita errores de otros sectores productivos, los autores del estudio han definido una hoja de ruta con siete líneas de acción prioritarias. El documento insiste en que, más allá de aumentar la producción, el objetivo debe ser consolidar una industria equilibrada, resiliente y en armonía con los ecosistemas marinos.

El primer paso pasa por establecer límites claros de capacidad de carga. Antes de expandir las granjas, es necesario comprender cuánto puede absorber el medio sin comprometer su salud ecológica. Esa planificación preventiva evitaría problemas como los vividos en algunas zonas de Asia, donde la intensificación provocó hipoxia y pérdida de biodiversidad.

La educación y la sensibilización social ocupan también un lugar central. Según los investigadores, el desconocimiento sobre las algas genera barreras de aceptación entre consumidores y comunidades costeras. Promover la formación, la transparencia y la participación ciudadana es clave para afianzar el respaldo social a esta actividad emergente.

Otro pilar es la colaboración interdisciplinar. El cultivo de algas no puede desarrollarse en compartimentos estancos. Al contrario, puede beneficiarse de sinergias con sectores como la energía eólica marina, el turismo sostenible o la acuicultura multitrófica, generando beneficios cruzados y optimización del espacio marino.

Desde el punto de vista normativo, el estudio aboga por la creación de marcos regulatorios específicos para las algas. Las actuales normativas están pensadas para peces o moluscos, y no contemplan la diversidad genética ni las particularidades técnicas del cultivo de macroalgas. Adaptar la legislación facilitaría tanto las autorizaciones como la innovación.

También se reclama una apuesta decidida por la investigación aplicada. Tecnologías como el uso de ADN ambiental (eDNA) para monitorizar el impacto o los programas de mejora varietal son herramientas necesarias para profesionalizar el sector y reducir su dependencia del medio natural.

Uno de los aspectos más innovadores del enfoque está en el reconocimiento de los servicios ecosistémicos que ofrecen las algas: desde la biorremediación hasta su valor nutricional. No obstante, los autores del informe piden cautela con los discursos grandilocuentes sobre el secuestro de carbono, y apelan a una comunicación rigurosa y realista.

Finalmente, la hoja de ruta pone el foco en el mercado. La industria debe avanzar hacia productos de alto valor añadido —como alimentos funcionales, cosméticos o fertilizantes biológicos— con una identidad regional clara y sistemas de certificación que garanticen su trazabilidad y sostenibilidad.

Un enfoque realista y a largo plazo

Aunque el documento se centra en Noruega y Portugal, los autores consideran que su hoja de ruta puede servir como modelo europeo, e instan a ampliar el diálogo con otros países. La clave estará en implementar estas acciones con una visión compartida y evaluarlas en el tiempo.

“El desarrollo sostenible no debe entenderse como un objetivo estático, sino como un proceso en evolución constante”, subraya el estudio.

El informe cuenta con el respaldo de instituciones académicas de 13 países y apunta a una oportunidad única para que Europa se posicione como líder en sostenibilidad en el emergente sector de las macroalgas.

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