
Las actividades diarias y rutinarias en una granja acuícola implican exponer a los peces a diferentes situaciones estresantes que desafían la homeostasis del organismo, pudiendo llegar en ocasiones extremas, a afectar la salud y la supervivencia de los animales y, consecuentemente, la rentabilidad de la producción.
Entre los factores estresantes comúnmente observados en la piscicultura se encuentran, entre otros, la transferencia de peces entre jaulas, calibraciones, vacunas, altas densidades, agresiones ambientales, bajos niveles de oxígeno e incluso la presencia de depredadores cerca de los viveros.
La respuesta fisiológica del pez ante una situación de estrés, implica, en primer lugar, alteraciones endocrinas, particularmente de los niveles de catecolaminas y corticosteroides (principalmente cortisol); y, en segundo lugar, un desequilibrio hidromineral y cambios en el metabolismo y en el sistema cardiovascular, respiratorio y funciones inmunológicas.
A medida que el oxígeno y la energía se desvían para restaurar la homeostasis del organismo, una condición de estrés compromete el crecimiento de los peces en mayor o menor medida (dependiendo de la gravedad del factor estresante y del tiempo de exposición).
Además, la susceptibilidad de los peces a las enfermedades aumenta ya que disminuye su capacidad para resistir los ataques de patógenos y parásitos.
Como tal, los acuicultores deben seguir prácticas acuícola capaces de controlar, minimizar e incluso prever eventos que puedan causar estrés en los animales. Además, se deben tener en cuenta los alimentos disponibles para reducir el impacto de ciertas operaciones acuícolas rutinarias, que, por otra parte, también son necesarias para un buen desarrollo ganadero.
¡Las acciones que promueven el bienestar de los peces de piscifactoría ciertamente se reflejarán en el éxito económico!