
La lisina, un aminoácido esencial para la nutrición de peces y crustáceos, se ha convertido en el nuevo frente de batalla comercial entre China, Estados Unidos y la Unión Europea. La aplicación de medidas antidumping a las importaciones chinas ha elevado los precios y activado las alarmas en el sector de los piensos, especialmente en acuicultura, donde su papel es clave para asegurar un crecimiento eficiente y sostenible de las especies cultivadas.
Desde enero de este año, la UE aplica aranceles provisionales del 58 % al 85 % a las importaciones de lisina de origen chino, tras detectar prácticas de competencia desleal. Estados Unidos, por su parte, sigue el mismo camino y prepara nuevas medidas comerciales contra los fabricantes chinos, acusados de inundar el mercado con precios artificialmente bajos.
El resultado ya se deja sentir: el precio internacional de la lisina ha aumentado cerca de un 12 % en lo que va de año, y los fabricantes europeos de piensos alertan de que podría no haber suficiente capacidad interna para cubrir la demanda si se limita el suministro asiático. La Federación Europea de Fabricantes de Piensos (FEFAC) estima que Europa importa más del 60 % de su lisina desde China, lo que la deja en una situación vulnerable ante la imposición de nuevos aranceles.
En acuicultura, la lisina no es un ingrediente menor. Su inclusión en las dietas es esencial para lograr índices de conversión eficientes, mejorar la tasa de crecimiento, reforzar el sistema inmune de los animales y reducir la excreción de nitrógeno en el agua, lo que contribuye a una producción más sostenible.
En especies como la dorada o la lubina, la formulación precisa de aminoácidos es crítica. La variabilidad en el precio o disponibilidad de lisina obliga a reformular piensos, lo que puede afectar al rendimiento zootécnico y aumentar los costes de producción. Según fuentes del sector, la lisina representa entre un 2 % y un 5 % del coste total del pienso, lo que significa que un incremento prolongado en su precio tendría impacto directo en la rentabilidad de las explotaciones.
Ante este escenario, los fabricantes de piensos ya están trabajando en fórmulas alternativas que puedan reducir la dependencia de la lisina sintética importada, sin comprometer el perfil nutricional. Algunas líneas de acción incluyen la diversificación del suministro hacia países de Sudamérica o el Sudeste Asiático, así como la reformulación basada en otras fuentes proteicas o aminoácidos complementarios.
Además, se espera que la situación actual impulse la inversión en tecnologías de producción local de lisina mediante procesos biotecnológicos más eficientes y sostenibles.
Por ahora, el sector sigue atento a la evolución del conflicto comercial y a las decisiones que puedan tomar Bruselas y Washington en los próximos meses. Mientras tanto, los acuicultores y fabricantes de pienso deberán adaptarse a una coyuntura marcada por la incertidumbre, los precios al alza y la necesidad de innovar para mantener la competitividad sin comprometer la sostenibilidad.
La lisina, invisible en la etiqueta del pescado que llega al consumidor, se ha convertido en una pieza estratégica en la cadena de valor de la acuicultura moderna.