
El sistema de acuicultura en recirculación (RAS, por sus siglas en inglés) está considerado como el futuro de la producción de especies de alto valor como el pez limón (Seriola dumerili), el lenguado senegalés (Solea senegalensis) o el rodaballo (Scophthalmus maximus). En esta nueva generación de acuicultura en tierra, aunque es importante contar con un buen diseño de la estructura de la instalación y los sistemas, lo más valioso es el panel de datos que revela cómo sacar de los peces su máximo rendimiento.
En toda Europa, la industria ha adoptado rápidamente la tecnología RAS para cultivar salmón Atlántico, lenguado y rodaballo. Y, más recientemente, pez limón, una especie de la que todavía no hay registros robustos y en cantidad de su engorde a escala comercial en sistemas de recirculación, al contrario de lo que sí ocurre con las otras.
Esta falta de datos operativos fiables los convierte en uno de los recursos más codiciados del sector, y en un objetivo sensible para un potencial espionaje industrial. La verdadera competencia hoy no se libra por los tanques ni por los filtros, sino por los números ocultos en hojas de cálculo y servidores.
La diferencia entre una instalación RAS rentable y otra que se hunde bajo sus propios costes suele depender de un puñado de indicadores de rendimiento alcanzados solo después de años de ensayo y error.
El primero es el Feed Conversion Ratio (FCR) o índice de conversión alimenticia, la cifra que indica cuántos kilos de pienso se necesitan para producir un kilo de pescado. Reducir el FCR del pez limón de un valor típico de 1,2 a uno excepcional de 0,95 puede parecer insignificante, pero esa fracción representa millones de euros ahorrados en alimento. Conocer ese número —y las condiciones que lo hacen posible— ofrece un atajo directo al conocimiento técnico de un competidor: la composición de la dieta, el momento y la frecuencia de la alimentación, y el entorno operativo que lo sostiene.
Otro secreto celosamente guardado es el Umbral Crítico de Biomasa, el límite de densidad a partir del cual los peces dejan de crecer de manera eficiente y comienzan a sufrir estrés o enfermedades. Esta cifra define la línea invisible entre la rentabilidad y la pérdida. Alcanzarla requiere meses de recopilación de datos y lecciones costosas que a menudo implican mortalidades. Si un competidor accediera a esta información, podría ahorrarse años de experimentación y aplicar de inmediato densidades de cultivo óptimas.
La Eficiencia Energética completa este trío de información estratégica. Las instalaciones RAS consumen grandes cantidades de electricidad para bombear, oxigenar y regular la temperatura del agua. El número exacto de kilovatios hora necesarios para producir un kilo de pescado es un indicador directo de la calidad del diseño de la planta. Una relación energética baja señala una ventaja estructural que otros estarían ansiosos por imitar sin tener que invertir en el mismo proceso de innovación.
En esta era digital de la acuicultura, la batalla por el liderazgo ya no se libra en el mar: se libra en los datos, que se han convertido en la nueva frontera de la bioseguridad. Proteger la confidencialidad de estas cifras operativas es hoy tan crucial como proteger a los peces de los patógenos. Perder el control de esos datos equivale a entregar el ADN intelectual de una empresa, el resultado de años de investigación, ensayo y experiencia.
A medida que la revolución RAS sigue evolucionando, las empresas deben entender que la ciberseguridad es ahora un componente esencial de la bioseguridad. La próxima gran fuga en la acuicultura puede no provenir de una tubería rota, sino de una hoja de cálculo.