
Una investigación internacional ha destacado la importancia de los bancos de algas coralinas, formados principalmente por rodolitos, en el ciclo de carbono oceánico, revelando su capacidad para absorber grandes cantidades de dióxido de carbono atmosférico y acumularlo en forma de carbonato de calcio. Este descubrimiento, pone de relieve la importancia de estos microorganismos como sumideros de carbono azul.
El estudio cuyos resultados han sido publicados en la revista científica Nature Communications aporta evidencias clave sobre la relevancia de estos hábitats marinos en la lucha contra el cambio climático.
El equipo de científicos ha demostrado que los lechos de algas coralinas no solo contribuyen al ciclo del carbono mediante la fotosíntesis, sino que además acumulan grandes cantidades de carbonato de calcio, lo que los convierte en ecosistemas cruciales para mitigar el exceso de carbono derivado de la quema de combustibles fósiles.
Entre los datos más destacados del estudio se señala cómo estos hábitats tienen capacidad para absorber hasta 1.347 gramos de carbono por metro cuadrado y día, superando otros ecosistemas marinos de macroalgas. Además, se subraya la capacidad que estos ecosistemas tienen para almacenar grandes cantidades de depósitos de carbono a largo plazo.
Como explican los investigadores, los rodolitos, algas coralinas no geniculadas (sin tallo), pueden exhibir una relación de productividad neta de carbono superior a 1, lo que significa que muchos de estos lechos marinos son capaces de absorber más carbono del que liberan durante la producción de carbonato de calcio.
Sin embargo, hay variabilidad en la productividad dependiendo de las especies, la profundidad y la disponibilidad de luz, como se observó en los rodolitos de la provincia Lusitana, donde los lechos más someros tienen tasas de productividad mucho más altas que los más profundos, como los de Sicilia, que mostraron una ligera liberación neta de carbono.
Otro hallazgo importante es que los lechos de algas coralinas contienen depósitos de carbonato que pueden variar entre 4 y 46 kilogramos por metro cuadrado. Estos depósitos son muy estables y pueden permanecer en los fondos marinos durante milenios, lo que refuerza su papel como sumideros de carbono en escalas de tiempo geológicas.
Además, en algunos casos, la disolución de rodolitos muertos puede incrementar la absorción neta de carbono, compensando parcialmente el CO2 liberado durante la calcificación.
La importancia de la colaboración científica internacional
El estudio ha involucrado a un total de 17 universidades e instituciones científicas de todo el mundo, reafirmando la importancia global de proteger estos ecosistemas marinos altamente productivos.
Liderado por la doctora Nadine Schubert de la Universidad del Algarve (Portugal), ha contado con la colaboración de los investigadores del Instituto ECOAQUA de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC). En concreto de Fernando Tuya, Francisco Otero-Ferrer y Fernando Espino del grupo BIOCON.
Fernando Tuya destaca la necesidad de incorporar estos hábitats en programas de conservación global como la Red Natura 2000, donde actualmente no están incluidos, debido a su relevancia en la lucha contra el cambio climático.
Referencia:
Schubert, N., Tuya, F., Peña, V., Horta, P. A., Salazar, V. W., Neves, P., Ribeiro, C., Otero-Ferrer, F., Espino, F., Schoenrock, K., Ragazzola, F., Olivé, I., Giaccone, T., Nannini, M., Mangano, M. C., Sará, G., Mancuso, F. P., Tantillo, M. F., Bosch-Belmar, M., Martin, S., Le Gall, L., Santos, R., Silva, J. (2024). Pink Power: The Importance of Coralline Algal Beds in the Oceanic Carbon Cycle. Nature Communications, 15, 8282