
Investigadores de la Universidad de Cádiz lideran un proyecto internacional que utiliza una cepa de microalga Chlamydomonas reinhardtii en una innovadora estrategia terapéutica para combatir patógenos virales y bacterianos que afectan al langostino tropical Penaeus vannamei.
El proyecto, denominado ChlamyR7, está financiado por el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER) en el marco del Programa Operativo FEDER Andalucía 2021-2027. Se coordina desde el Departamento de Biología de la Facultad de Ciencias del Mar y Ambientales (UCA) por el Dr. Carlos Fajardo, y cuenta con la participación de expertos del CIIMAR (Portugal) y del University College London (Reino Unido).
La propuesta se basa en el uso de la microalga Chlamydomonas reiinhardtii como sistema de expresión de ARN de interferencia (ARNi), dirigido a genes específicos de virus y bacterias que afectan al langostino. El enfoque aprovecha las propiedades de la cepa TN72, que permite desarrollar organismos modificados sin emplear antibióticos como mecanismo de selección.
“El primer enfoque trata sobre la expresión de ARN de doble cadena (dsRNA) en la especie de microalga C. reinhardtii, lo que la convierte en una plataforma para la administración oral de moléculas efectoras de ARNi”, explican los investigadores.
Las moléculas de ARNi se diseñan para silenciar dos genes del langostino: Rab7, asociado a la entrada de virus como WSSV, YHV, TSV y LSNV, y Ftz-F1H, implicado en la respuesta frente a Vibrio parahaemolyticus. Según estudios previos, su inhibición reduce tanto la replicación viral como la mortalidad asociada a infecciones bacterianas.
“El silenciamiento de los respectivos genes diana podría producir un efecto anti-multiviral, o anti-V. parahaemolyticus en camarones cultivados”, señalan los investigadores.
El proyecto contempla el desarrollo de cepas transformadas de microalgas que expresen estos dsRNA, así como la producción y procesado de biomasa seca para su uso como aditivo alimentario. A continuación, se realizarán pruebas de alimentación en langostinos para validar el efecto terapéutico y se evaluarán posibles riesgos asociados.
El uso de esta tecnología podría suponer un gran avance en sanidad acuícola, al actuar contra al menos cuatro de los diez patógenos más relevantes recogidos por la Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA).