
Innovar o morir, ese lema tan manido que hace parecer que la única solución de las empresas es sumergirse en el proceso de tirar hacia delante con nuevos productos o servicios, o en el caso más básico, la mejora continua de los que ya existen es utilizada en el caso de la acuicultura con demasiada ligereza, de una forma simplista y polarizada, hasta tal punto, que se ha generado a su alrededor una burbuja conceptual.
A través de este artículo buscaré aclarar qué se debe entender por innovación en acuicultura y cómo no se deben confundir los conceptos de ciencia, tecnología e innovación, estableciendo para ello las diferencias principales y presentando ejemplos aclaratorios.
Normalmente en el sector acuícola se suele identificar la innovación con procesos lineales unidireccionales de mejora de la tecnología (principalmente relacionados con las TICs), en el que los granjeros participan de forma pasiva, como una consecuencia de la cada vez más acusada separación existente entre ciencia y sociedad. No incluir en el proceso de innovación al ámbito empresarial es un error que se viene pagando caro, ya que, por el camino se está perdiendo la experiencia de campo que pueden aportar las empresas.
En acuicultura, además, se sufre el complejo comportamiento bipolar de las administraciones a la hora de abordar la innovación con políticas simultáneas en pro y en contra. Así, por ejemplo, mientras desde algunos departamentos de la administración se destinan fondos para el fomento de la innovación, de forma paralela y al mismo tiempo, se aplican políticas que desincentivan la inversión con actuaciones dirigidas por marcos regulatorios estranguladores de la iniciativa empresarial. El caso más evidente es el de la actitud proteccionista de la acuicultura de estero tradicional, una actividad que hoy en día está falta de capacidad generadora de valor y que sigue anclada en prácticas más cercanas a las del siglo XIX, o como poco, de la década de 1970, en el que el uso de la electricidad o maquinaria se veía limitado por cuestiones tecnológicas, que no por principios erróneos de sostenibilidad o conservacionistas. Si en su época hubieran podido, los habrían aplicado.
Una cosa hay que tener clara, la tecnología y la innovación son aliados del ámbito rural. No podemos basar el modelo económico en la esclavitud del productor al sistema tradicional. La tecnología no sustituye el conocimiento del granjero, le ayuda a aplicarlo.
La innovación es la que permite la búsqueda de soluciones diferentes que aportan valor a las personas, las empresas y los territorios; y permiten, entre otras cosas, fijar población y actividad económica en el medio rural. Son las sociedades abiertas las que tienen más posibilidades de percibir la innovación como una mejora en su forma de vida, mientras que las más cerradas a la innovación no aceptarán lo distinto.
La tecnología resuelve problemas, la innovación crea soluciones
En acuicultura, las principales innovaciones vienen de la mano de la tecnología, complementadas por aspectos sistémicos y de gestión. Pero, a menudo, se confunde tecnología con innovación en acuicultura. La tecnología facilita los procesos y resuelve problemas, no crea soluciones. Es la innovación, basada en el poder de las ideas la que provoca otras ideas y después tecnología para realizarlas.
Ahondando en la aclaración de los conceptos, los sensores, el software de control, el Internet de las Cosas (IoT), los sistemas de alimentación de última generación, son herramientas tecnológicas a disposición del sector acuícola. En sí mismos, no son una innovación de la acuicultura. Tampoco lo son las nuevas herramientas de monitorización a través de análisis de imagen o hidroacústica.
La innovación en acuicultura será aquella que permita reducir los costes, sacar al mercado nuevos productos, y, en definitiva, mejorar el rendimiento de una empresa o un sector, y para ello son necesarias ideas que apliquen la tecnología.
La ciencia pura y la aplicada, parten de la misma fuente de conocimiento, que no es el mismo que el de la tecnología, pues esta parte de su propia fuente. Mientras la ciencia pura y la aplicada son consecuencia del estudio de la naturaleza, teniendo como base el método científico, la tecnología tiene sus propias reglas de funcionamiento basadas en prueba y error, y nace de la experiencia y la intuición y, aunque se alimenta del conocimiento científico, no necesitan de este para desarrollarse y perfeccionarse.
Por tanto, si reconocemos que una buena parte de la innovación se hace a través de la tecnología y no de la ciencia, comprenderemos mejor por qué hay soluciones que no se deben buscar en la ciencia aplicada. Si bien esta última puede resolver un asunto práctico, como por ejemplo, la lucha contra un patógeno, o la incorporación de un ingrediente a la dieta de los peces, no va a buscar como hace la tecnología, la eficiencia de los procesos productivos.
Siguiendo con los ejemplos, lo que permitió un cambio radical en la alimentación de peces no fue el descubrimiento de nuevos ingredientes, lo ha sido la incorporación de la tecnología de extrusión a los procesos de fabricación del pienso, un método que nada tiene que ver con ningún avance científico, aunque no quita que tuviera ciencia detrás.
Los cuatro tipos de innovación
Para proporcionar nuevas ideas a las empresas o sectores a través de la innovación, lo primero que debemos preguntarnos es cómo podemos contribuir a mejorar la rentabilidad a nivel local, sectorial, o nacional.
La innovación en un plano dimensional se puede dirigir hacia la tecnología y hacia el mercado y, dependiendo de la dirección que adoptemos, tendremos mejora en los procesos tecnológicos o del mercado existentes, o la creación de nuevos. Según la clasificación de Henderson y Clark (1990) se presentan cuatro tipos de innovaciones: incremental, disruptiva, arquitectural y radical.

La innovación incremental y la arquitectural vienen a ampliar la relevancia y el ciclo de vida de un negocio existente, a través de un conjunto formal de pasos predeterminados desde el concepto hasta la comercialización. Como principales ejemplos de este tipo de innovación podemos destacar las ideas que implican la incorporación de sensorización y monitorización de procesos de producción; los certificados de calidad; las estrategias de producción tallas de pescado grande, entre otras. Este tipo de innovaciones suelen mejorar el rendimiento y los procesos de comercialización, pero, normalmente, no representan ni un riesgo excesivo de adopción por parte de la empresa, ni una amenaza alta para otros competidores.
La cambio de tallas de comercialización, los estándares de calidad, serían ejemplos de innovación incremental. El chef del Mar, Ángel León, y sus productos novedosos como los embutidos marinos o la bioluminiscencia son claros ejemplos de innovación arquitectural.
Por su parte, la innovación disruptiva y la radical reemplazan los procesos existentes para redefinir los estándares de la industria. Estos tipos de innovación se caracterizan por varios cambios de proceso a lo largo del camino debido a eventos y descubrimientos inesperados y a la incorporación de nuevos productos al mercado. En este grupo podemos destacar los nuevos productos biotecnológicos, la producción de microalgas en fotobiorreactores, y los sistemas multitróficos integrados acoplados y desacoplados, entre otros. En estos casos el riesgo empresarial es mayor, al igual que los cambios que pueden provocar en la industria.
La aplicación de sensorización de un estero o en un vivero flotante a través de tecnologías TIC sería una innovación incremental, sin embargo, si a esta tecnología le añadimos Inteligencia Artificial estaríamos hablando de Innovación Disruptiva que nos acerca a la llamada Acuicultura 4.0.
Otro ejemplo de Innovación disruptiva lo representan las granjas para producir peces hasta la fase de engorde en Sistemas de Recirculación en Acuicultura (RAS, por sus siglas en inglés) y lo son, no solo porque se basan en la aplicación intensiva de tecnología, si no porque ponen en marcha ideas que permiten mejorar el proceso productivo, de gestión, planificación y de mercado.
Las herramientas de análisis de datos (tecnología) cuando se aplican a los mercados para la optimización de rutas, la planificación de las cosechas, o la predicción de la demanda, se convierten en innovación disruptiva.
Es importante tener en cuenta, llegados a este punto que, cuando vamos a aplicar una innovación disruptiva o radical, deberemos contar con el concurso de las instituciones públicas, ya que, en ocasiones, es necesario modificar el marco regulatorio.

Es el caso de los Organismos Modificados Genéticamente (OGM), y el ejemplo mas claro de innovación radical en acuicultura es la del salmón AquAdvantage de Aquabounty que ha tenido que esperar más de 20 años para encontrar un marco regulatorio que le permita comercializar su producto OGM en algunos países del mundo, ya que, en otros, aún sigue vetada su venta.
Aspectos todos estos a tener en cuenta antes de comenzar a innovar, ya que la implicación de las partes amplia las posibilidades de éxito en el medio y largo plazo.
También será importante implicar a cuantos más actores posible mejor para el éxito de la innovación en acuicultura, como se ha dicho líneas más arriba, los productores no suelen estar muy implicados en los procesos de innovación, ya que esta se hace de forma muy lineal, del ámbito tecnológico y científico hacia el productor, sin tener en cuenta los niveles biofísicos, sociales, regulatorios, políticos, económicos y ambientales.
Además, una cosa muy importante a tener en cuenta es que la co-innovación en la que participen todas las partes interesadas permite mejorar la información y cambiar el enfoque, así como ayudar en el desarrollo de un conjunto de soluciones para lograr los resultados acordados.