
Estamos ante una transformación económica en marcha que se ha visto acelerada como consecuencia de la pandemia y la nueva forma en la que los más jóvenes, y los que ya no lo son tanto, conciben como debe ser el consumo de bienes y servicios a partir de ahora.
Las empresas que sobrevivan serán aquellas que sepan dar lectura a los signos de cambio que ya se perciben, donde las decisiones de consumo se toman en un plano más ético, buscando una mayor implicación de las compañías en la sostenibilidad social, ambiental y económica.
El Barómetro sobre la Confianza de Edelman de 2021 apunta a que, por primera vez, en 2020 los españoles confiaron más en las empresas que en ONGs, medios de comunicación o gobiernos. Una tendencia que debe ser aprovechada por el sector de la acuicultura para ganarse la aceptación social de la actividad y sus productos.
Por muy negativo que ha sido 2020 por la pandemia, el pasado año también ha servido para que el sector primario reivindique su importante papel como proveedor de alimentos. En los peores momentos del confinamiento, la ciudadanía vio como las empresas, entre ellas las de acuicultura, se comprometían con la sociedad para seguir llevando los alimentos hasta los lineales de los supermercados. Disponer de productos de proximidad sirvió para garantizar que no habría desabastecimiento, algo que no ha pasado desapercibido para muchos consumidores.
A modo de ejemplo, y en el caso específico de la acuicultura andaluza se pudo comprobar recientemente al analizar las estadísticas de producción de 2020 como, a pesar de las caídas de las ventas en el sector, el empleo se conservó en gran medida a costa de su propio beneficio. Esta cuestión, que si bien parece estar pasando de manera desapercibida en el ciudadano por una falta de una mejor comunicación, podría ser altamente valorada por los más jóvenes, quienes están llamados a tener un papel fundamental en la transformación económica.
Dentro de este nuevo paradigma, las empresas de acuicultura tienen sobrados argumentos para ganarse la confianza de los consumidores. La clave está en cómo llegar a ellos, y sobre todo, en actuar y no dejar que la ola pase.

Por eso, es importante hacer hincapié en el triple balance de las empresas, o como se ha llegado a denominar en la Memoria de Sostenibilidad de la Acuicultura Española de APROMAR, en la “triple cuenta de resultados”. Ahí en el plano social, se proponen los productos acuícolas por ser ricos en vitaminas y minerales esenciales y Omega-3; en lo económico, por generar más de 18 000 empleos directos y 46 000 indirectos, ayudando a dinamizar las economías locales; y en el medioambiental, por ser la proteína animal con menor consumo de piensos, tierra, agua, y menores emisiones de dióxido de carbono.
Ahora más que nunca, además del precio, se busca que lo que se produce impacte positivamente en el entorno social y medioambiental. Por eso, además de la rentabilidad, es importante dar sentido también a cómo y dónde se produce.
Las nuevas generaciones valoran más la huella de valor de las empresas en aspectos como la dignidad en el trabajo, el consumo responsable o la proximidad, en clara alineación con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas.
La aceptación social de la actividad se ganará también si en vez de hacer planteamientos de Economía Azul, éstos se dirigen a la construcción de Comunidades Azules, poniendo a las personas en el centro. Pero esta, es otra historia.