
Vencer la malnutrición y la desnutrición son dos de las mayores amenazas de la salud mundial. Mientras en el planeta el número de personas obesas aumenta y ya supera los 2.000 millones, en otras regiones, otros 2.000 millones de personas no alcanzan la ingesta mínima necesaria de micronutrientes esenciales.
En este despropósito de la humanidad, el Omega-3 (EPA y DHA) se plantea como uno de los nutrientes más deficitarios. Se estima que, al menos, el 70 por ciento de la población mundial no llega un consumo mínimo recomendado de Omega-3, ya sea por hábitos nutricionales poco saludables, o por problemas de acceso al tipo de alimentos que los contiene.
Para reducir déficit nutricional, las autoridades sanitarias están concienciando a los consumidores para que hagan una mayor consumo de pescado y marisco como fuente primaria de Omega-3. Pero, sin la aplicación de estrategias para optimizar las fuentes de obtención del recurso, o nuevas vías de producción como el que proporciona los cultivos marinos, se puede llegar a un colapso aún mayor en los ya explotados océanos del mundo. Se considera que el 63 por ciento de las pesquerías están explotadas y necesitan someterse a planes de recuperación, por lo tanto, no parece viable que la pesca extractiva sea suficiente para poder aumentar de manera sostenible el suministro de Omega-3 a escala mundial.
La acuicultura es, por tanto, una actividad que claramente puede contribuir a mejorar los niveles de ingesta de Omega-3. Por eso, es importante acompañar cualquier política nutricional que tenga en cuenta este sector con un mayor apoyo a la investigación sobre cómo los cultivos acuícolas pueden contribuir en este propósito.
La producción acuícola de determinadas especies, como por ejemplo el salmón Atlántico, se suele asociar a una práctica poco sostenible, ya que en su producción se requiere de altas cantidades de aceite de pescado de origen extractivo para poder crecer. Sin embargo, en este punto es importante tener en consideración que tanto el salmón, como otras especies piscícolas marinas, son altamente demandada por la población mundial, y tienen un valor nutricional muy alto no solo de ácidos grasos esenciales, también de proteínas, vitaminas y minerales. Por eso, quizá sería más interesante poner el foco en cómo se puede avanzar para reducir la dependencia a estos ingredientes extractivos o, por otra parte, como hacer un uso estratégico de estos ingredientes para que sean utilizados justo antes de que lleguen al plato de los consumidores.
Otras estrategias pasarían por aumentar el cultivo de algas, moluscos bivalvos filtradores de fitoplancton o peces herbívoros y detritívoros con alta capacidad para procesar ingredientes vegetales con altos contenido en Omega-3.
También, las estrategias deben pasar por implantar conceptos de economía circular en el consumo del pescado y el marisco, ya que un mejor aprovechamiento de los alimentos también contribuiría a no desperdiciar Omega-3.
Dentro de esta estrategia de Economía Ciruclar, los consumidores tienen parte de responsabilidad ya que cuando se adquieren en el comercio pescados y maricos enteros, partes como la cabeza o las vísceras del pescado acaban en el cubo de basura, y con ellos, otras porciones importantes que contienen Omega-3. Si en vez de comprar el pescado entero se optara por el consumo de los filetes de pescado, el aprovechamiento de estos subproductos podría ser mayor al posibilitar la re-incorporación en la cadena nutricional a través de ingredientes para los piensos, o suplementos dietéticos.
Esta estrategia, para ser efectiva obliga a los consuidores tanto a modificar los hábitos de compra como los logísticos en muchos lugares del mundo donde todavía se valora la compra de pescado entero.
La siguiente estrategia pasa por aceptar que es necesaria la producción de Organismos Modificados Genéticamente (OGM) como microalgas, bacterias y plantas terrestres para dotarlas de alta capacidad para producir Omega-3. Esta medida también requerirá de una aceptación cultural, sobre todo en Europa, donde las regulaciones actuales limitan el uso de estos organismos modificados.
Los consumidores cada vez mas preocupados por llevar a cabo hábitos de vida saludables están más informados y concienciados sobre la importancia de consumir las dosis recomendadas de Omega-3 (EPA y DHA). Sin embargo, falta una mayor comunicación e información en lo que cada uno puede hacer de manera responsable para que la menor cantidad de estos ácidos grasos salgan fuera del circuito nutricional. También habrá que aceptar que cada uno de nosotros debe modificar sus hábitos de consumo para favorecer la posibilidad de que el Omega-3 de las vísceras o de las cabezas no acabe convertido en materia orgánica en descomposición. Y finalmente, también habrá que admitir que quizá hay que abrir el debate sobre la importancia de los OGM para producir uno de los nutrientes mas limitantes del planeta.