
La irrupción de modelos de inteligencia artificial capaces de comprender y generar conversaciones naturales, como ChatGPT, marca un punto de inflexión en la forma en que los profesionales de la acuicultura probablemente interactuarán con la tecnología en los próximos años.
Hasta ahora, los dispositivos utilizados para monitorizar y controlar la calidad del agua, la alimentación o las inspecciones de redes han exigido a los técnicos adaptarse a interfaces complejas, recibir formación especializada y, en muchos casos, realizar ajustes manuales. La llegada de sistemas capaces de interpretar el lenguaje cotidiano abre la puerta a una nueva era de comunicación entre humanos y máquinas.
La acuicultura depende de una amplia gama de dispositivos de monitorización: sensores que miden los niveles de oxígeno, pH y temperatura; alimentadores automáticos; cámaras para la observación del comportamiento; y sistemas de control que integran todos estos datos. Hasta ahora, los técnicos han tenido que manejar cada dispositivo mediante paneles técnicos o configuraciones de parámetros, un proceso que puede ralentizar los tiempos de respuesta y exigir una atención constante.
Al aplicar el concepto de la inteligencia artificial basada en el lenguaje, estos sistemas podrían evolucionar hacia asistentes inteligentes en lugar de simples herramientas pasivas. En vez de introducir valores numéricos en un software, un gestor de granja podría simplemente decir: “aumenta la alimentación en la jaula cuatro un 10% durante el ciclo de la tarde” o “avísame si el oxígeno disuelto baja de seis miligramos por litro”. El dispositivo traduciría esas instrucciones en comandos operativos precisos, ajustando su funcionamiento automáticamente y manteniendo informado al operador.
Este cambio transforma el papel de los técnicos. En lugar de centrarse en cómo hacer funcionar una máquina, podrán enfocarse en lo que quieren que la máquina consiga. La comunicación se vuelve más intuitiva, reduciendo la barrera de adopción tecnológica y permitiendo que explotaciones más pequeñas, a menudo sin personal informático especializado, se beneficien de soluciones digitales avanzadas. Al mismo tiempo, los sistemas basados en lenguaje podrían mejorar la toma de decisiones al ofrecer recomendaciones o plantear preguntas aclaratorias cuando las condiciones sean ambiguas.
Los próximos pasos para el sector consisten en integrar estas capacidades en todo el ecosistema tecnológico de la acuicultura. Desde sondas de calidad del agua capaces de explicar tendencias en un lenguaje sencillo, hasta sistemas de alimentación que ajustan sus estrategias tanto en función de los datos como de las instrucciones de los operarios, el potencial es enorme. Con este enfoque, las máquinas no se limitan a recopilar datos o ejecutar órdenes; participan en un diálogo con el acuicultor, creando un entorno de producción más adaptativo y receptivo.
A medida que la acuicultura sigue creciendo, también lo hacen las necesidades de precisión, eficiencia y transparencia. Al repensar la comunicación humano–máquina, el sector tiene la oportunidad de transformar la monitorización y el control, pasando de ser un reto técnico a convertirse en una extensión natural de la gestión de la granja. La experiencia con este tipo de sistemas de comunicación asistida por IA demuestra que el futuro de la tecnología acuícola puede depender no solo de lo que las máquinas sean capaces de hacer bajo el agua, sino también de lo fácil que resulte para los humanos hablar con ellas.