
Chile ha pasado de ser un actor marginal a convertirse en el mayor exportador mundial de mejillón, con una producción que ha crecido de apenas 2.000 toneladas en 1990 a más de 427.000 toneladas en 2022. Este salto sin precedentes ha situado al país sudamericano como el segundo mayor productor global, sólo por detrás de China.
Investigadores de la Universidad del Bío-Bío, Universidad de Concepción, Universidad de Talca y la Universidad de Gotemburgo han estudiado en profundidad este fenómeno conocido por algunos expertos como “el milagro del mejillón chileno” analizando los factores que permitieron la expansión, sus impactos ambientales, económicos y sociales, y los desafíos que enfrenta la industria en un contexto de cambio climático y creciente exigencia internacional.
Según los autores, existieron tres tipos de condiciones que facilitaron el desarrollo explosivo del sector. Condiciones habilitantes básicas como la calidad del agua, la geografía protegida de los fiordos del sur de Chile y la existencia de bancos naturales de semillas en la región de Los Lagos.
Condiciones adquiridas, como el impulso de políticas públicas de liberalización comercial desde los años 80, programas de investigación estatal y la creación de capacidades técnicas y organizativas.
Y, como tercera condición, la caída de la producción europea por restricciones ambientales, el aumento global de consumo de mejillón procesado y la drástica reducción de los costes del transporte marítimo refrigerado.
Aunque tradicionalmente se ha atribuido el auge a las inversiones de empresas gallegas desde el año 2000 y, posteriormente, a las del sector salmonicultor chileno, el estudio aclara que el verdadero punto de inflexión se produjo antes: entre 1994 y 1996 ya se registraban tasas anuales de crecimiento superiores al 20%.
Una industria integrada, un sector que aporta beneficios ambientales y sociales
Los autores de este trabajo defienden que este sector genera beneficios ambientales netos al “reducir de nutrientes, fósforo y nitrógeno en el mar”, lo que ayuda a mitigar la eutrofización, especialmente en zonas afectadas por la salmonicultura.
Desde el punto de vista social, la actividad ha generado más de 12.000 empleos directos, principalmente en comunidades costeras del sur. No obstante, el sector enfrenta problemas de escasez de mano de obra cualificada y baja tasa de certificación de buenas prácticas, lo que puede afectar la competitividad internacional.
Entre los desafíos de futuro y para mantener el liderazgo de la industria, los autores de este estudio advierten que la industria chilena deberá avanzar hacia una intensificación controlada, invirtiendo en tecnologías de producción de semilla en criadero y en sistemas de cerrado o semicerrados de cultivo. Además, se recomienda explorar nuevos merados fuera de Europa, promover el consumo interno y facilitar la certificación para pequeños productores.