El Mediterráneo está experimentando una transformación acelerada. Las olas de calor marinas, las ciclogénesis explosivas y los temporales severos son hoy más frecuentes, intensos y prolongados que hace apenas dos décadas. Para la acuicultura del Levante español —uno de los principales polos de producción de dorada y lubina del país— esta realidad no es una hipótesis de futuro, sino un factor de impacto tangible que condiciona su viabilidad. En los últimos años se han registrado episodios de mortalidad masiva, pérdidas de biomasa y fugas de peces que han puesto a prueba la resiliencia de las empresas.
“El sector todavía tiene margen de adaptación si se apoya en datos y en ciencia aplicada”.
En este contexto trabajan los investigadores responsables del proyecto ModESTa, desarrollado en la Universidad Miguel Hernández de Elche, la Universidad de Alicante y la Universidad de Valencia, con el objetivo de entender cómo evolucionarán los fenómenos climáticos extremos y anticipar su impacto en las granjas marinas.
“No se trata de alarmar, sino de anticiparse. El clima está cambiando, pero también lo están haciendo nuestras herramientas para responder”.
ModESTa forma parte del programa ThinkInAzul de la Comunidad Valenciana, dentro del paquete dedicado a tecnologías marinas para una acuicultura de precisión y sostenible.
Un Mediterráneo cada vez más cálido
Uno de los puntos de partida del proyecto es el calentamiento acelerado del Mediterráneo occidental. Las olas de calor marinas que afectan a las zonas de cultivo de Alicante y Murcia llevan cuarenta años intensificándose, con aumentos de hasta 0,75 ºC por década en áreas someras al norte de Cabo de Palos. En estas zonas, el agua se calienta antes y se mantiene más caliente durante más tiempo, sin ofrecer refugio térmico ni siquiera en profundidad.
Hoy estas olas de calor son tres veces más frecuentes y un 50% más duraderas que en los años 80, una tendencia que afecta directamente al bienestar de especies como la dorada, cuyo umbral de confort térmico (25–26 ºC) se supera cada vez más a menudo y a mayor profundidad.
Los datos de series temporales del litoral valenciano confirman el mismo patrón: entre 1995 y 2024, los máximos térmicos han pasado de 27–28 ºC a casi 30 ºC. El calentamiento, sin embargo, no es uniforme. Las zonas del sur muestran cierta estabilización, mientras que el norte —especialmente Cabo de San Antonio— podría convertirse en un refugio climático para el cultivo.
Las proyecciones apuntan a otoños más cálidos, con aguas que seguirán por encima de 21 ºC incluso en noviembre, justo cuando los peces deberían recuperar su estado fisiológico tras el verano.
El coeficiente de Kendall nos indica qué emplazamientos han tenido un aumento o disminución de idoneidad basado en el Índice Multivariante de Idoneidad, combinando el efecto retardado de la altura de la ola (6 días) y de la velocidad de la corriente (3 días). Observamos cómo aumenta la idoneidad conforme nos alejamos de la costa.
Las tendencias registradas en los últimos 30 años de la máxima temperatura (a) y del rango de temperaturas (b) para los meses de verano en el área de la Comunidad Valenciana reflejan una tendencia más acusada al norte de Valencia y más gradual al sur del Cabo de la Nao.
“Si sabemos dónde y cuándo sube la temperatura, podemos actuar antes y evitar pérdidas”.
Decisiones basadas en datos objetivos
ModESTa utiliza datos satelitales del programa Copernicus para alimentar modelos que integran temperatura, oxígeno, velocidad de corriente y eventos hidrodinámicos extremos. Una de las innovaciones más destacadas es el Índice de Idoneidad Multivariante, que combina estos factores mediante lógica difusa y operadores matemáticos como el producto de Einstein, capaz de identificar cuándo una sola variable crítica puede comprometer todo el sistema.
Departamento de Ciencias del Mar y Biología Aplicada y Departamento de Física, Ingeniería de Sistemas y Teoría de la Universidad de Alicante; Centro de Investigación Operativa de la Universidad Miguel Hernandez y Departamento de Estadísticas e Investigación Operativa de la Universidad de Valencia| ThinkinAzul Comunidad Valenciana
“El producto de Einstein nos permite ver el ‘eslabón más débil’ del ambiente. Si una variable cae por debajo del umbral, lo vemos inmediatamente reflejado en el índice”.
Los resultados muestran que la temperatura del mar, la altura de ola, la velocidad de corriente y el oxígeno disuelto son los factores más correlacionados con la mortalidad. Además, ciertos fenómenos —como un fuerte oleaje o corrientes intensas— pueden afectar a los peces con varios días de retraso, un hallazgo clave para mejorar la prevención en las granjas.
La modelización bayesiana jerárquica juega un papel central en la predicción de estos riesgos. Esta técnica permite actualizar continuamente la probabilidad de eventos extremos y generar mapas de riesgo de alta fiabilidad, que se integrarán en ACUIVISOR, una herramienta diseñada para orientar decisiones de inversión y ubicación de instalaciones.
Las conclusiones apuntan a un cambio de paradigma: las zonas costeras tradicionales pierden idoneidad ambiental, mientras que las áreas offshore muestran una mejora sostenida. No obstante, los investigadores subrayan que no existe una distancia fija a la costa que garantice menor riesgo.
“Depende mucho de cada localidad. En algunos casos hablamos de unos pocos kilómetros y en otros de decenas”.
Paralelamente, el análisis atmosférico ha identificado al Anticiclón de Bloqueo Europeo como el patrón más determinante en los temporales violentos del Mediterráneo occidental. Responsable del 29,4% de los episodios de oleaje extremo, su frecuencia e intensidad aumentan con el tiempo. Episodios como el de 2020, con olas de 9,53 metros, podrían repetirse con mayor recurrencia. “El riesgo existe, pero también la capacidad de anticiparlo. Ese es precisamente nuestro trabajo: reducir incertidumbre”.
En este contexto, los investigadores destacan la necesidad de reforzar las medidas preventivas y estructurales en las granjas, como estándares de calidad más exigentes, seguimiento de la corrosión de las infraestructuras y el uso de nuevas tecnologías, como jaulas sumergibles y materiales más resistentes.
Un futuro que exige adaptación, no resignación
ModESTa dibuja un escenario realista: el clima mediterráneo está cambiando más rápido que la infraestructura acuícola tradicional. Pero también lanza un mensaje claro al sector de que “adaptarse no es opcional, pero hoy contamos con más herramientas que nunca”.
De cara a los próximos 10 o 20 años, consideran imprescindibles innovaciones como bancos de datos integrados, sistemas inteligentes de alerta temprana, control automático de escapes, adaptación tecnológica frente a depredadores y ajustes en vacunación y dietas en función de los cambios térmicos.
“Los datos no solo sirven para prevenir pérdidas; también nos ayudan a entender cómo los cultivos se están adaptando al cambio climático”.
Desde el proyecto defienden además que este tipo de investigación debe influir en la planificación pública y en futuras normativas, integrando escenarios climáticos y predicciones meteorológicas y oceanográficas en la toma de decisiones.
“La ciencia puede y debe servir para diseñar políticas más robustas y una ordenación del espacio marino basada en evidencia”.
“La acuicultura no tiene que sufrir el cambio climático, puede adaptarse a él. Y cuanto antes incorporemos datos y modelos a la toma de decisiones, más sólida será su resiliencia”.
Proyectos como ModESTa están sentando las bases para una transición inteligente hacia la acuicultura del futuro: ordenada, viable y sostenible.
