La implantación de la industria piscícola en la mayor parte de los países industrializados genera gran controversia y desafíos sociales y ecológicos. Este rechazo está alimentado por un gran desconocimiento de qué es la acuicultura y a ciertos miedos por el posible impacto que se puede generar en el medio ambiente.
Este desconocimiento social de la actividad es campo abonado para que determinados movimientos ambientalistas contribuyan a hacer ruido en contra el sector, de la mano de pescadores y operadores turísticos.
El mejillón de Galicia pudo crecer y ocupar grandes extensiones de las rías gallegas porque su expansión llegó en un momento de menor sensibilidad pública por el medio ambiente, y porque fue capaz de cubrir determinadas necesidades locales, como la fijación de empleo y económicas.
Sin aceptabilidad social es difícil que se pueda contar con la implicación y el apoyo de las instituciones a nivel regional y local. Esta implicación es necesaria para hacer crecer el sector de una manera adecuada. El público debe percibir que la acuicultura contribuye a la producción de alimentos locales y sostenibles sin que el medio ambiente se vea amenazado. También que proporciona mayor bienestar e igualdad social y, en tercer lugar, que se desarrolla teniendo en cuenta otros sectores, particularmente, el pesquero y el turismo. La acuicultura no es antagónica a estas actividades. Debemos aprender otros sectores primarios, por ejemplo el vitivinícola que ha sabido generar sinergias con el turismo.
Conseguir transmitir estos valores de la acuicultura a la sociedad no es tarea fácil y requieren de la implicación institucional, cada vez más ausente. Sin embargo, si hay herramientas más que suficientes para lograrlo.
La aceptación también pasa por crear comunidades azules y no economías azules. Esto se ha vivido, por ejemplo, en el caso una conocida empresa dedicada a la producción de truchas en Galicia que, cuando tuvo que conseguir la prórroga para continuar con su actividad, contó con un fuerte respaldo sus vecinos que conocía bien los pros y contras del cierre después de 50 años. Algo similar ocurre en el caso del mejillón gallego que forma parte de la imagen que todos tenemos de las rías gallegas.
Sin embargo, cuando esta actividad no conecta localmente y se asocia a un ámbito más nacional, es decir, cuando los beneficios no son percibidos localmente, el desapego hace que sea más difícil su implantación. Esto se vive de manera preocupante en algunas regiones donde la piscicultura marina podría jugar un papel relevante que el actual.
Por eso, resulta de vital importancia transmitir a nivel local los beneficios de la actividad en la creación de empleo, generación de riqueza y producción de alimentos, y como se ejerce la distribución de beneficios, principalmente a nivel local.
Todo ello, teniendo en cuenta que el público necesita saber que la acuicultura es una actividad respetuosa con el medio ambiente que nos permitiría reducir la brecha entre consumo e importaciones de productos acuáticos.