
La industria acuícola de Europa ha logrado lo que muchas otras aspiran a alcanzar: convertirse en un referente en sostenibilidad. Un estudio reciente, liderado por Rasmus Nielsen y un equipo de investigadores de destacadas universidades y organizaciones como la Comisión Europea, reveló que Europa supera los promedios globales en sostenibilidad ambiental, económica y social, utilizando los Indicadores de Rendimiento de la Acuicultura (API, por sus siglas en inglés).
Sin embargo, este éxito tiene un coste. Mientras Europa prioriza la protección ambiental y la responsabilidad social, su sector acuícola lucha por mantenerse al ritmo del rápido crecimiento observado en regiones como Asia y América del Sur.
La acuicultura europea obtuvo un notable 4,1 en sostenibilidad ambiental, en comparación con el promedio global de 3,4. En particular, la cría de mejillones destacó por sus contribuciones ecológicas. Los mejillones actúan como filtros naturales del agua, mejorando los ecosistemas marinos y, al mismo tiempo, apoyando a pequeñas comunidades costeras. Este tipo de acuicultura ha sido reconocida por generar empleo e ingresos para numerosos pequeños productores en países con buena gobernanza.
En contraste, la cría de salmón lidera económicamente, impulsada por la innovación y las economías de escala. Noruega, que representa casi la mitad de la producción acuícola europea, ha cultivado un entorno empresarial propicio para la inversión y el avance tecnológico. Sin embargo, la cría de salmón no está exenta de desafíos, especialmente en lo que respecta a los impactos ambientales como las emisiones de nutrientes y los riesgos asociados con los sistemas de redes abiertas.
No todos los segmentos comparten el mismo nivel de éxito. La acuicultura de agua dulce tradicional, como la cría de trucha y carpa, ha tenido dificultades para modernizarse. Muchas de estas granjas aún dependen de métodos anticuados que, combinados con restricciones normativas, limitan significativamente su crecimiento y rentabilidad.
Regulaciones: una espada de doble filo
Las estrictas políticas ambientales de Europa son la piedra angular de sus logros en sostenibilidad. Sin embargo, estas mismas normativas crean obstáculos que dificultan el crecimiento del sector. Mientras que regiones como Asia y América del Sur se benefician de políticas favorables y experimentan una rápida expansión, la industria acuícola de Europa avanza lentamente, contribuyendo a solo el 2,5 % de la producción global por volumen en 2019.
A pesar de los considerables esfuerzos para promover el crecimiento, la acuicultura de la Unión Europea ha registrado pocos avances en los últimos años. El estudio atribuye esta falta de progreso a las "estrictas regulaciones ambientales y la burocracia", que elevan los costes y desincentivan la adopción de tecnologías modernas, especialmente entre los pequeños operadores.
Innovación: la clave para un futuro competitivo

A nivel mundial, la acuicultura está en auge, con Asia a la cabeza gracias a políticas de apoyo, costes de producción más bajos y acceso a grandes mercados de consumo. América del Sur también está ganando terreno, especialmente en la cría de salmón a gran escala, con países como Chile a la vanguardia. En contraste, las estrictas normativas de Europa restringen su capacidad para competir internacionalmente en el mismo nivel.
Según el estudio, "la producción acuícola europea aumentó un 69 % entre 2009 y 2019", un logro destacable, pero que palidece frente al crecimiento exponencial observado en otras regiones. Los hallazgos subrayan la tensión entre priorizar la sostenibilidad y fomentar el crecimiento económico.
El estudio destaca que las tecnologías avanzadas, como los sistemas de cría de salmón en tierra, podrían ayudar a Europa a superar muchos de sus desafíos. Estos sistemas ofrecen un mayor control sobre factores ambientales, como las emisiones de nutrientes, al tiempo que permiten aumentar la capacidad de producción. Las inversiones estratégicas en innovación y la simplificación de los marcos regulatorios podrían posicionar a Europa para mantenerse competitiva sin sacrificar sus credenciales en sostenibilidad.
Es importante destacar que la industria acuícola de Europa cuenta una historia fascinante: la sostenibilidad es su mayor fortaleza, pero también una gran limitación. Si bien sus políticas han establecido a la región como un líder mundial en la producción de productos del mar respetuosos con el medio ambiente, el lento crecimiento del sector plantea preguntas cruciales sobre su futuro. ¿Podrá Europa encontrar el equilibrio adecuado entre sostenibilidad y competitividad? ¿Será capaz de adaptarse a las demandas del mercado global sin comprometer sus valores ambientales?
El estudio concluye que la acuicultura europea "no es un fracaso", pero reconoce las dificultades que plantea su marco regulatorio. Para prosperar, los responsables políticos y las partes interesadas deben dar prioridad a fomentar la innovación, apoyar a los pequeños productores y abordar las barreras al crecimiento.
A medida que la demanda global de productos del mar sigue en aumento, Europa se encuentra en una encrucijada. Debe decidir si quiere mantener su posición como pionera en sostenibilidad o arriesgarse a ser superada por el rápido progreso de sus competidores globales.