La acuicultura tiene mucho que decir en las estrategias del Green Deal y de la Granja a la Mesa de la Unión Europea. Sin embargo, el estancamiento en el que se encuentra la actividad en Europa no solo pone en riesgo el éxito de éstas iniciativas, también la soberanía y seguridad alimentaria de los europeos en su futura alimentación.
Parte de este estancamiento viene provocado por la falta de aceptación social de la actividad en el ámbito local debido, entre otras causas, a dos factores específicos: el desconocimiento de los beneficios que la acuicultura puede aportar en el ámbito nutricional y socio-económico; y la mala imagen del sector respecto a los impactos ambientales.
Debido a esta falta de despegue de la acuicultura, el mercado de la Unión Europea se ha convertido en uno de los mayores importadores de pescado y marisco del mundo. Los productos de estas importaciones, a menudo, no cumplen con los estándares mínimos de calidad y sostenibilidad ambiental y derechos humanos de los que nos hemos autoimpuesto en la región.
La solución del problema de aceptación social no es fácil, lo cual no significa que no se deba trabajar en ello. Una de las acciones que se deben poner en marcha para conseguir mejorarla es la de unir a todas las partes implicadas en torno a una visión y comprensión común de lo que representa la sostenibilidad, no solo la de la acuicultura de toda la producción de alimentos.
Por otra parte, se debe trabajar, y mucho, en establecer un marco regulatorio europeo específico de la acuicultura, y que esta no derive como apéndice de la ganadería terrestre, ya que, en demasiadas ocasiones, la acuicultura es dependiente de regulaciones vinculantes enfocadas a regular la producción ganadera de mamíferos y aves.
En la revisión de la legislación se deben tener en cuenta las condiciones particulares de la cría de peces y organismos marinos, y que poco o nada tienen en muchos casos de semejanza con los terrestres.
A finales del próximo año, la acuicultura deberá hacer frente a un calendario de acciones como la evaluación y revisión de la legislación de bienestar animal; así como de las iniciativas legislativas para favorecer la posición de los productores en la cadena alimentaria. Esperemos que las cosas se hagan bien para que la acuicultura sea una alternativa real al déficit de alimentos azules.
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