Jorge Manuel Medina (ACUIPALMA) | misPeces
La vida de los habitantes de La Palma cambió de la noche a la mañana un 19 de septiembre con el inicio de la erupción del Cumbre Vieja. Durante las doce semanas que el volcán estuvo en erupción, a pocos metros de donde se veía caer la lava, se encuentra el Puerto de Tazacorte, y dentro de éste, la primera planta de preengorde de dorada y lubina de la isla y una de las más modernas de Europa.
Esta planta cuenta con diseño y tecnología Innovaqua, incluyendo sistema de control Miranda y alimentadores Mirafeed. Fue puesta en marcha justo días antes de que el volcán cesará su actividad. Ahora, queda por delante un futuro posible cien días después de que el Cumbre Vieja dejara de tremar.
Según confirma a misPeces, Jorge Manuel Medina, administrador de Acuipalma, meses después de esta catástrofe natural, la planta ya está operando con normalidad. Estos peces una vez que alcancen la talla óptima serán pasados a la concesión en mar abierto en la que producen 1 330 toneladas anuales.
Pero los planes de Acuipalma no quedan ahí, entre otros, según señaló Medina, seguirán creciendo en la fase de engorde hasta alcanzar las 4 000 toneladas distribuidas en 36 jaulas de 30 metros de diámetro.
Modernas instalaciones de preengorde de Acuipalma
En este caso, lo harán en un nuevo polígono que se encuentra entre Punta Grande y Morro Negro, también en Tazacorte, y dentro de las Zonas de Interés Acuícola del Plan Regional de Ordenación de Acuicultura de Canarias (PROAC). El proyecto se encuentran en una de las últimas fases de la tramitación administrativa y su instalación podría estar en marcha este verano, si todo avanza como espera el empresario.
Por si esto no fuera suficiente, dentro de los planes a medio plazo está seguir invirtiendo en el sector de la acuicultura en la Isla Bonita para convertirla en un referente dentro de Canarias y España, en diversificación de especies y tecnologías de acuicultura.
Una vez más la acuicultura, y el arrojo de los palmeros, demuestra su potencial para convertirse en una oportunidad socioeconómica real en una zona devastada por una catástrofe natural.