En las últimas semanas hemos podido ser testigos de temperaturas del agua en el Mediterráneo español en máximos de 30 grados como consecuencia de las olas de calor. Estos máximos no se registraban desde hace 60 años.
La mayor temperatura del agua del mar por efecto del cambio climático puede tener tanto consecuencias positivas como negativas, dependiendo de la especie y la época del año.
La mayoría de los peces son poiquilotermos, salvo algunas especies, esto quiere decir que carece de mecanismos internos reguladores de la temperatura corporal, por lo que su metabolismo es dependiente de la temperatura del agua, existiendo un rango, tanto por abajo, como por arriba, a partir del cual dejan de crecer. En casos extremos la temperatura puede provocar la muerte del animal.
Como consecuencia del cambio climático y la mayor temperatura del agua del mar muchas especies silvestres están migrando a zonas más frías. En el caso de los peces de acuicultura, se producen condiciones tanto favorables para el crecimiento como perjudiciales.
Dependiendo de la especie, como ya se ha mencionado, cada una tiene un rango óptimo de crecimiento. En el futuro, comprender tanto cómo será la variación del agua del mar como la capacidad de los peces para adaptarse será fundamental.
La temperatura del agua es variable a lo largo del año, dependiendo de la estación del año. En invierno es de prever un mayor crecimiento de los peces, mientras que, en verano, es posible que llegado un momento la temperatura supere los niveles óptimos, lo que podría provocar brotes de enfermedades o incluso la muerte.
Se trata por tanto de una problemática compleja de las consecuencias del calentamiento global para la industria acuícola, por lo que hacen falta grupos de trabajo que analicen la situación por especies y zonas de producción para elaborar modelos y estrategias a largo plazo para la adaptación de los cultivos y que quede garantizada la provisión de pescado y marisco para la alimentación.