OPINIÓN

España necesita recuperar la soberanía alimentaria y apostar por los alimentos azules

España y Europa deben aprender de una vez por todas que depender del 70% de los productos acuáticos que consume de terceros países pone en riesgo la soberanía y seguridad alimentaria

Doradas sobre fondo gris

A la imperdonable y atroz crisis social, humanitaria y económica provocada por la invasión de Rusia a Ucrania, se suma la crisis energética y de materias primas de Europa. La cesión de soberania alimentaria de los últimos años a las importaciones de todo tipo de materias primas y alimentos de terceros países debe hacernos reflexionar sobre si las políticas, objetivos y prioridades que se están aplicando en la Unión Europea, no van en la línea contraria a lo que se persigue y está poniendo en riesgo el autoabastecimiento alimentario.

En lo que respecta a los alimentos azules, se observa una falta total de reglas de juego claras para los operadores europeos frente a terceros países, trabas burocráticas de todo tipo e inseguridad jurídica generalizada. Todos estos aspectos, y otros más, han desincentivado la inversión de nuevas granjas acuícolas en el territorio comunitario a favor de terceros países.

Mientras la producción acuícola se estanca e incluso retrocede en la Unión Europea, otros países, sobradamente comprometidos con la sostenibilidad, como Noruega por ejemplo, ven crecer su producción acuícola año tras año.

La crisis energética ya se está haciendo notar en la subida del precio de los carburantes. Un panorama que, de seguir así y en escalada, obligará al paro del sector pesquero español. Algunos armadores ya están sopesando dejar de salir a faenar por temor a no cubrir los costes.

Aunque la provisión de pescado y marisco no deberá verse impactada de manera significativa, la falta de suministro de cereales y oleaginosas presionará sobre la demanda y elevará los precios de los piensos de manera importante.

España y Europa deben aprender de una vez por todas que depender de importar el 70% de los productos acuáticos que consume pone en riesgo la soberanía y seguridad alimentaria. Además, las alternativas a esta proteína no pueden estar basadas en más consumo de ganadería terrestre, entre otras cuestiones, porque esta producción no cubre en calidad nutricional la del pescado y marisco; y también, porque se ve golpeada por los precios de la materia prima que consume de igual manera. Tampoco será suficiente con aumentar la superficie de cultivo ya que vivimos en un país donde las sequías son recurrentes, y en el futuro, las consecuencias del cambio climático nos hará más vulnerables.

Hay que hacer una apuesta clara y decidida por la producción de alimentos azules, y para eso, hace falta el compromiso de las administraciones: del Estado, las autonómicas y, las locales, a veces las más reacias y donde se produce mayor rechazo a ciertas prácticas acuícolas. La mayor parte de las veces, por no contar con gestores al nivel de las circunstancias.

Si queremos que los europeos consumamos productos sostenibles, de calidad y seguros, y que estos estén a precios asequibles para el consumidor, la mejor manera es asegurar que se den las condiciones para una producción local.

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