Las algas son plantas acuáticas con actividad fotosintéticas y generar carbono orgánico. Algunas de ellas son verduras comestibles con propiedades nutritivas altamente interesantes cuyo consumo en Europa se remonta a la antigua Grecia, A pesar de que poco a poco se fueron haciendo desconocidas en occidente, en Asia constituyen parte habitual de la dieta de millones de personas.
En Europa, aunque tímidamente, están entrando como nuevas elaboraciones y para muchos consumidores de países occidentales no deja de ser un descubrimiento.
Animados por los nuevos tiempos y cambios en la percepción de los consumidores en los últimos años se están planteando un importante número de proyectos que plantean el cultivo de este recurso como medio para mejorar la vida en el planeta gracias a los servicios ecosistémicos que aportan.
Los defensores de la agricultura marina de algas se apoyan en su beneficios como: la capacidad para absorber de dióxido de carbono; su valor nutricional; o el empleo como biofertilizantes, entre otros.
A pesar de que se proponen como sumideros de carbono azul, esta posibilidad genera serias dudas entre los académicos que no lo tienen tan claro.
En lo que sí parece haber un gran consenso es en los beneficios de producir algas y que éstos van más allá del carbono azul pues también absorben cantidades significativas de nitrógeno y fósforo, este último, uno de los minerales más esenciales para la agricultura terrestre.
La ciencia desmonta la versión de algunas corporaciones que buscan cultivar algas y hundirlas en el fondo marino
Las macroalgas están de moda y esto atrae la atención de numerosos fondos públicos y privados que buscan en su cultivo una forma de recibir subsidios bajo el argumento de que funcionan como sumideros de carbono azul.
Pero no, las algas, como señala al respecto la doctora Kyla Orr, especialista en este área, no son la solución para el dióxido de carbono azul. Este argumento para cultivar las algas y hundirlas en el fondo del océano, añade, es una práctica empresarial conocida como “Greenwashing” o “lavado verde” que es usado por algunas corporaciones para mejorar su reputación y recibir fondos públicos extra.
Esta no es una solución realista para mitigar la emisión de gases efecto invernadero, ni científica. La ciencia ha desmontado la idea de crear sumideros de carbono azul con algas. Cuando se cultivan, señala, es cierto que se captura dióxido de carbono. Pero, si estas algas se dejan en el mar sin un uso compatible con la fijación de este carbono, su biomasa es consumida por peces, invertebrados y bacterias que la degradan haciendo que el carbono ingrese nuevamente en la red alimentaria, de manera más rápida que los bosques terrestres. Por lo tanto, lo que ocurre es que se incorpora al ciclo natural y el CO2 termina nuevamente en la atmósfera.
Por tanto, no se pueden plantear proyectos que solo busque producir biomasa de algas para dejarlas en el mar. Se debe ir más allá, señala la bióloga.
Los verdaderos beneficios del cultivo de las algas se obtienen cuando se sacan del mar y se traen a la tierra para procesarlas en productos de alto valor. Ahí es cuando se convierten en una solución para crear nuevos empleos y beneficios socioeconómicos.
Las macroalgas están de moda lo que atrae la atención de numerosos fondos públicos y privados que buscan en su cultivo una forma de recibir subsidios bajo el argumento de que funcionan como sumideros de carbono azul.
Las algas son el futuro, aunque queda camino por recorrer
¿Cuánto hay de cierto y de realizable a día de hoy para cultivar algas? Dos décadas después de intenso trabajo por parte de muchos emprendedores, solo se puede garantizar el cultivo en masa de estos vegetales marinos en una cantidad muy reducida de especies. Su explotación sigue siendo eminentemente extractiva con las consecuencias que esto tiene para la sostenibilidad de los ecosistemas.
Uno de los principales desafíos del cultivo de algas está en la rentabilidad. Además, existen problemas tecnológicos y falta de especialistas para afrontar el futuro crecimiento de la industria. Por otra parte, estan los problemas y la incapacidad para producir semilla en cantidad, calidad y de forma constante.
Erik Malta, jefe de Departamento de Investigación Aplicada e Innovación del Centro Tecnológico de Acuicultura de Andalucía (CTAQUA) es un gran defensor del cultivo de algas y, después de más de dos décadas dedicadas a su estudio, ve el momento más cerca de su escalado comercial.
Las algas, como explicó Malta recientemente en las jornadas del proyecto IMMUNO&ALGAE, tienen aplicaciones para consumo humano directo, la obtención de extractos ficocoloides, biocombustibles o biomateriales.
Como señaló el experto, todavía se trabaja con estirpes prácticamente silvestres, aunque ya hay algunas especies donde su cultivo “está muy avanzado, como el alga Nori, en otras se necesita mejorar.
Cada especie tiene sus propias características y variaciones estacionales. Se deben seleccionar las especies y las tecnologías de cultivo que mejor se adaptan a las aplicaciones que se buscan. Por ejemplo, señala, hemos comprobado que las algas se pueden cultivar en fotobiorreactores. Este sistema de cultivo permite obtener un producto de alto valor con una calidad controlada. A medida que aumentamos la escala, en invernaderos o en estanques exteriores reducimos el control del proceso. El menor control se obtiene por tanto en los cultivos offshore, por lo que se propone su acoplamiento a sistemas multitróficos de acuicultura como mejor opción.
Las algas cada vez despiertan más interés público, esto anima a los inversionistas y la Administración a promover un movimiento europeo para su impulso. No obstante, explicó Malta, falta una normativa específica, son necesarios plantear estándares y planes específicos para la industria.
En el futuro será importante seguir mejorando la selección de especies y cepas, siguiendo el ejemplo de la agricultura; mejorar el conocimiento sobre el ciclo de vida y del microbioma, principalmente en cultivos altamente controlados; la mejora en la selección de sitios, y la especialización de empresas.