
Los ríos y océanos del mundo son los llamados a aumentar la capacidad para producir alimentos del mundo, con la acuicultura como herramienta para los 10 mil millones de personas que habitarán el planeta en 2050. Es necesario en este horizonte temporal de tres décadas seamos capaces de ampliar la producción de alimentos para alimentar a 3 mil millones de personas más.
Los océanos han jugado hasta ahora un papel secundario, cubriendo solo el 17% de la demanda de proteína animal por la población mundial. Y básicamente, hasta ahora, este suministro ha venido de la pesca extractiva. Sin embargo, ni la pesca ni la producción terrestre tienen capacidad para hacer este trabajo solas, necesitan de la acuicultura para seguir haciendo crecer los alimentos que vamos a necesitar. Por eso es importante que se incorpore en las agendas de los tomadores de decisiones en este sentido.
La Seafood Expo Global de Barcelona ha sido un ejemplo claro de cómo los productos de acuicultura se van abriendo paso año tras año entre los de origen pesquero; y cómo, están permitiendo alcanzar la provisión de alimentos al mundo. Muchos comercializadores de productos del mar ya llevan en su oferta más pescado de acuicultura que de pesca, una relación que irá aumentando conforme se incorporen nuevas especies al catálogo. También se observa que el sector del transformado apuesta por los desarrollos aplicados a los pescados y mariscos de acuicultura por conveniencia, temporalidad, homogeneidad de tallas y calidad.
La acuicultura está también poniendo la sostenibilidad en el centro del tablero. Y, llegados a este punto es necesario definir bien qué especies deben liderar este camino y en qué ubicación.

La ‘actitud regulatoria’ también es responsable de la sostenibilidad y divide las regiones del planeta entre las altamente reguladas, como Estados Unidos y Europa; y las muy laxas como China, India o Tailandia, entre otras.
La hiperregulación que sufren las empresas en Estados Unidos de América y Europa lleva a una situación diabólica en la que se ven afectados los consumidores. La imposibilidad de poner en marcha negocios de acuicultura por una gobernanza ineficiente hace que no se pueda satisfacer la demanda local de pescado y marisco, y nos hace dependiente de lo que se produce en otros países con una regulación mas laxa y alejada de los estándares de los que nos queremos dotar.
Como consecuencia, los consumidores europeos y norteamericanos que demandan proteína marina tienen que aprovisionarse de países débilmente regulados, con prácticas donde la sostenibilidad y la seguridad alimentaria no cumplen con los estándares autoimpuestos en los países desarrollados. ¿Ese esto sostenible?
Por otra parte, se da otra situación perversa de la que somos cómplices en los países desarrollados, los habitantes de países productores en vías de desarrollo no tienen acceso a estos recursos que son enviados a los países ricos.
Esta ‘actitud regulatoria’, está mermando nuestra capacidad para ser autosuficientes en productos del mar y nos hace cómplices del expolio de los recursos de los países en vías de desarrollo.
La situación, lejos de mejorar, irá a peor ya que estamos entrando en un contexto en el que el cambio climático y la acidificación de los océanos va a impactar de manera importante en las pesquerías del planeta. Las regiones donde existe poca producción maricultora y más dependientes de los recursos pesqueros, como sucede en el continente africano, serán las más afectadas por el cambio climático.
A pesar de que la ubicación es muy tenida en cuenta en los países desarrollados por la competencia por el espacio con otras actividades, es importante señalar que solo con una pequeña superficie que se ocupe se pueden producir muchos alimentos acuáticos. Según un estudio recientemente publicado en Nature por investigadores de la Universidad de California, con el 3% de ocupación de la zona económica exclusiva de un país se puede satisfacer la demanda de sus consumidores. Esto es así gracias a la eficiencia de la acuicultura, menor huella de carbono y menor demanda de agua y tierra de cultivo, en comparación a las fuentes terrestres para producir alimento. El resto del espacio marítimo queda libre para planificar otras actividades.
Además, conforme se vayan produciendo mejoras en la reproducción crianza y alimentación de los peces y mariscos, se mejorará el rendimiento productivo y se podrá satisfacer una mayor demanda de los consumidores ocupando el mismo espacio.
Salir a cultivar el mar de forma local aporta muchas ventajas, no solo en la producción de alimentos sostenibles y sanos, también para reducir la presión de la ganadería y agricultura terrestre, y para mejorar las condiciones socioeconómicas de sus habitantes. ¿Cambiamos el chip?